Por qué los carteles ahora están robando agua en California en medio de una gran sequía
Nunca, en los 10 años que su empresa de seguridad privada lleva operando en el sur de California, Kelly Gregg había tenido dos contratos con agencias de gobierno para investigar quiénes estaban robando agua de los hidrantes para incendios en comunidades desérticas.
Sus guardias suelen portar armas de fuego y en esa tarea fue imprescindible llevarlas en la cintura, porque afectarían los intereses de narcotraficantes que llegaron a esa región para sembrar marihuana de manera ilegal.
La madrugada del 17 de abril, mientras recorrían el área de Phelan, en el condado de San Bernardino, los vigilantes sorprendieron a un hombre que conectó una manguera a un hidrante y usó una bomba para llenar un contenedor de plástico en un vehículo.
El sospechoso se estacionó a un costado de la carretera 18, cerca del cruce con un camino de tierra. Estaba, literalmente, en medio de la nada.
“Llamamos los alguaciles de San Bernardino y no pasó nada. Porque el robo de electricidad sí es un delito grave, pero el robo de agua, no. Es un delito menor por el que recibes una multa de 500 dólares”, dijo Gregg en una entrevista con Univision Noticias.
“Ese robo de agua era parte de una operación de siembra de marihuana ilegal. No tenían un inmueble, ni electricidad, ni agua, ni otros servicios públicos. Instalaron un campamento en la propiedad de alguien más y empezaron a producir marihuana”.
Gregg cree que estos delincuentes vigilaron a los elementos de su empresa, True Liberty Protection Services, para poder regar sus plantas sin contratiempos. “Ellos constantemente roban agua. Lo que hacen es que esperan a que pasemos y, cuando ven que nos fuimos, vuelven a conectarse al hidrante. Así que pudieron haber robado agua por meses”, indicó.
- ¿Qué tan peligroso es hacer este tipo de investigaciones?, se le preguntó.
- Todos nuestros guardias están armados. Nos preocupa porque no sabemos con quién nos topamos. Tenemos carteles mexicanos y chinos que están haciendo estas operaciones en la región, afirmó.
Conforme la sequía de California se vuelve cada vez más extrema, el robo de agua ligado a los cultivos de marihuana ha crecido a niveles alarmantes. Este año van más de 120 denuncias por ese delito, que es más del doble que la década pasada, según datos del gobierno.
Esta práctica ilegal sucede precisamente en las comunidades que tienen menos al líquido y donde ahora los traficantes están haciendo crecer decenas de miles de plantas de cannabis. Bajaron de las montañas, donde antes las cultivaban, para hacerlo en el desierto, creyendo que la despenalización del consumo de la marihuana recreativa les permitiría hacerse pasar como granjas legítimas.
El impacto en el Valle del Antílope
Para mantener sus enormes invernaderos clandestinos han succionado millones de galones de agua de los pozos privados y de estaciones de servicio remotas. En el Valle del Antílope, el saqueo masivo dirigido por operadores de carteles mexicanos ha metido en un predicamento a cientos de habitantes y varias granjas dedicadas al cultivo de papa, alfalfa y zanahorias.
Así lo reveló el jefe de la oficina de Alguaciles del condado de Los Ángeles (LASD), Alex Villanueva, al anunciar hace unas semanas una operación que concluyó con la incautación de unas 373,000 plantas y 33,480 libras de la hierba ya cosechada, que habrían generado una ganancia de casi 1,200 millones de dólares. Es el mayor decomiso en su tipo que jamás se haya dado en esta jurisdicción.
“Hay varias docenas de granjas que operan en el área. Cada una tiene cientos de acres y sé que al menos dos granjeros se van a salir del negocio el próximo año porque el costo del agua se disparó por la escasez debido al robo de agua”, señaló Villanueva en una conferencia de prensa.
En ese operativo en el que participaron más de 400 policías y agentes federales detectaron que varias pipas eran usadas para transportar el agua que extraían sin autorización. “Les roban el agua, en medio de la noche, de los propios pozos de los granjeros”, señaló el jefe policial.
La llegada de los carteles al Valle del Antílope no pasó desapercibida. De 150 cultivos que los agentes antinarcóticos detectaron en 2020, la cifra se disparó a más de 500 hasta julio pasado.
Sumando los sembradíos ilícitos detectados en condados vecinos, como Riverside y San Bernardino, las autoridades estiman que los narcos están consumiendo hasta 5.4 millones de galones de agua por día en el sur del estado, afectando a miles de personas a quienes el gobierno les está pidiendo conservar el líquido.
Por años se ha dicho que hacer creer una planta de marihuana requiere hasta seis galones de agua por día durante un período de cultivo de 12 semanas y que del producto de esta ganaban 1,200 dólares. Un estudio reciente de la Universidad de California en Berkeley concluye que estos cultivos requieren menos agua de lo que se creía y que sería similar a los de tomate: un galón por día para cada planta. A pesar de ello, el saqueo sin control de un recurso que escasea tanto debido al cambio climático está afectando la vida de muchos californianos, insisten los expertos.
“El robo de agua durante una época de sequía es un gran problema”, advirtió Eric Lindberg, jefe del área de geología de la Junta para la calidad del agua en la región de Los Ángeles, en la conferencia. “El mercado ilícito del cannabis lastima a los negocios legítimos que se esfuerzan para cumplir con las regulaciones ambientales y en proteger nuestros recursos naturales”, agregó.
Este funcionario señala que dichos invernaderos suelen contaminar el agua y el subsuelo con potentes pesticidas cuyo uso está prohibido en el país, fertilizantes tóxicos, basura y desechos humanos. También se teme que las bombas de gasolina utilizadas en la succión podrían infectar los mantos acuíferos.
Rex Parris, alcalde de Lancaster, alertó que los sembradíos de marihuana no solo están impactando el abasto de agua, sino que también provocan el hundimiento de esa zona. “Y una vez que se hunde nunca regresa. Estamos hablando sobre si el Valle del Antílope podrá sobrevivir si esto continúa”.
26,000 granjas ilegales
En los bosques de California, donde aún siguen detectando campamentos clandestinos, los agricultores de los carteles típicamente desvían el curso de los arroyuelos y disminuyen su cauce con mangueras que riegan por goteos las plantas. Eso afecta a pobladores y granjeros que, montaña abajo, esperan el líquido.
“Algunos de los problemas más importantes en torno a los sitios de cultivo ilegales son las alteraciones no autorizadas de los lechos de los arroyos, las desviaciones ilegales de agua, la destrucción del hábitat, el uso ilegal de pesticidas y la caza furtiva”, menciona el Departamento de Pesca y Vida Silvestre de California (CDFW) en un comunicado enviado a este medio.
De acuerdo con la dependencia, sus agentes realizaron 95 arrestos por delitos relacionados con cultivos ilegales de cannabis en 2020 y anticipan un número similar este año. “Es importante tener en cuenta que la mayoría de las quejas por el transporte de agua a granel se originan en áreas donde las actividades comerciales de cannabis están prohibidas y que dependen principalmente del agua subterránea”, destacó la CDFW.
Los comercios legítimos deben proporcionar información sobre la ubicación del cultivo, su tamaño y de dónde proviene la fuente de agua. Luego, el CDFW verifica que el impacto ambiental sea mínimo. En el proceso de permisos, las Juntas regionales de Agua examinan la contaminación asociada con las descargas a lagos y arroyos provenientes del cultivo de cannabis. Ante la sequía, les prohíben desviar agua a nivel de la superficie hasta el próximo 31 de octubre.
El problema es que muy pocos cumplen con las normas: se estima que de 30,000 granjas de la hierba que operan en todo el estado, tantas como 24,000 (el 80% del total) no están registradas ante la Junta de Agua de California, una agencia que en años recientes ha observado un incremento en las quejas de personas que observan cómo pipas roban agua principalmente para sembradíos ilícitos.
"Más valiosa que la gasolina"
Kelly Gregg, vicepresidente de la empresa de seguridad True Liberty Protection Services, dice que cuando sus guardias vigilaban cientos de hidrantes en el desierto de Mojave su investigación se enfocó en seguir las pipas que circulaban por la zona, las cuales llegaban hasta plantíos ilegales de marihuana. Su presencia era obvia, ya que los vecinos no las necesitan pues tienen sus propios pozos.
“Las monitoreamos y encontramos que ellos movían mucha agua. Unos ejemplos para que te des una idea: en un lugar calculamos que se robaron más de 50,000 galones de agua en un período de 12 horas, en otro sitio fueron 40,000 galones y en un tercero 60,000 galones”, afirmó Gregg.
Para despistar a la Policía, los traficantes dejaron de usar pipas y empezaron a transportar el agua robada en contenedores de plástico con capacidad para 330 galones que ponían en camionetas pick-up. Más tarde rentaron camiones de la empresa U-Hall, dentro de los cuales ponían enormes recipientes que llenaban desde los hidrantes. Sus vigilantes fotografiaron a dos hombres usando ese método. “Cuando los llenaban, cerraban la puerta y no podías ver qué había adentro”, indicó Gregg.
Como resultado de su investigación, la compañía de Gregg tiene ahora una colección de fotos de pipas, camionetas y camiones que fueron siguiendo por calles y caminos de tierra, hasta llegar a lugares solitarios cubiertos con lonas negras, de donde emanaba un fuerte olor a marihuana. A veces, la única evidencia que encontraron fueron mangueras tiradas junto a los hidrantes.
Gregg afirma que llegaron a espiar un camión cisterna del tamaño de los que mueven combustible. “Es cuando dije: ‘guau, no puedo creer que ahora el agua sea más valiosa que la gasolina’. Porque estos sujetos, en lugar de transportar gasolina llevaban 50,000 galones de agua en cada viaje”, señaló.
El ir y venir de vehículos era constante. Se reabastecían en 30 minutos y volvían hora y media después, cuando ya habían dejado el líquido en pozos, contenedores y pipas dentro de los campamentos ilegales. “Trabajan día y noche… porque no tienen ningún servicio público en sus locaciones”.
En San Bernardino, varios residentes han instalado cámaras de seguridad para vigilar sus pozos y las agencias de gobierno están colocando hidrantes con candados y han retirado los que no consideran necesarios. Gregg cree que otra medida eficaz sería castigar con penas más severas a los ladrones. “Hasta que el sistema judicial de California decida enfocarse en los cultivos ilegales, corremos el riesgo de que vacíen nuestro suministro de agua”, advirtió.