Los niños que emigraron para ser explotados: 6,000 casos de esclavitud infantil en EEUU
A principios de 2019, cuando un creciente flujo de familias y niños no acompañados en la frontera con México ponía en jaque a la istración Trump, un matrimonio de Guatemala pensó sacar ventaja del que era un punto débil de la política de ‘tolerancia cero’: cruzar con un menor de la mano.
Olga Choc Laj, de 30 años, falsificó documentos para hacerse pasar como familiar de una adolescente. Su esposo, Santos Teodoro Ac Salazar, de 23 años, consiguió un acta de nacimiento apócrifa que lo identificaba como el padre biológico de una niña que un coyote le había presentado unos días antes.
Ellos viajaron hacia la frontera acompañados de las menores en distintos momentos, en febrero y mayo de 2019. Aunque los detuvieron agentes de la Patrulla Fronteriza, fueron liberados mientras avanzaban sus procesos migratorios. Les funcionó su ‘pasaporte’: las menores que estaban bajo su cuidado.
Pero una vez que cruzaron hacia EEUU, esas niñas guatemaltecas jamás vieron el ‘sueño americano’ que tanto les prometieron. La adolescente de 17 años que emigró con Choc Laj fue obligada a trabajar en una empresa de construcción y en una fábrica de Florida, así como para una compañía de limpieza en el norte de Illinois.
Durante al menos tres meses, la adolescente fue el único sustento en el hogar donde ya vivía la pareja, la otra niña que cruzó con Ac Salazar y un bebé que el matrimonio tuvo a finales de 2019. Jamás le dieron un centavo, alegando que debía “mucho dinero” por el coyote que la llevó hasta la frontera.
Tampoco la dejaron estudiar, solo le permitían salir a trabajar, retuvieron su pasaporte y documentos personales para evitar que escapara, y le impidieron comunicarse con sus familiares en Guatemala.
A ella y a la otra menor, de 11 años, las forzaban a limpiar la casa, lavar ropa, cocinar y encargarse por completo del bebé (alimentarlo, cuidarlo y cambiarle el pañal). Cumplían por temor a que les pegaran. A los demás les decían que la adolescente era una “sobrina” y que la niña era hija “adoptiva” de Ac Salazar.
Casos como estos siguen ocurriendo en un país que en los últimos diez años ha recibido a más de 460,000 menores no acompañados provenientes de El Salvador, Honduras, Guatemala y México. El año pasado, el éxodo de niños que viajan solos alcanzó su máximo histórico: 76,038 casos en la frontera.
Del 1 de octubre de 2019 al 31 de agosto pasado, más de 26,700 niños fueron detenidos tratando de cruzar a EEUU, de acuerdo con cifras de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP). Este flujo migratorio ha vuelto a subir tras una caída en los registros por la pandemia. Los números están creciendo paulatinamente, pasando de 712 casos en abril a 2,982 en agosto.
“En nuestra experiencia, muchos niños indocumentados son víctimas de servidumbre y se ven obligados a trabajar para pagar las deudas impuestas por traficantes de personas (coyotes), pero no los identifican como sobrevivientes de la trata de trabajo infantil, sino simplemente como niños cruzados ilegalmente o menores no acompañados”, advierte un informe de la organización Freedom Network USA.
“Es importante recordar que los casos de tráfico sexual infantil y tráfico laboral infantil a menudo se cruzan”, advierte el grupo con sede en Washington DC. “Muchos niños sobrevivientes de la trata laboral sufren agresión sexual, o sexual abusivo o incluso violación por parte de sus traficantes”.
En bares, campos y prostíbulos
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que 152 millones de niños de entre 5 y 17 años fueron obligados a trabajar en 2017 en todo el mundo. No está claro cuándo incidentes ocurren en este país, pues el Departamento del Trabajo de EEUU no tiene estadísticas relacionadas con este problema.
La única cifra disponible la obtuvo la organización Polaris, que ayuda a sobrevivientes de trata laboral y sexual, a través de más de 50,000 casos que atendió en los últimos 13 años. En un reporte reciente afirma que detectó casi 6,000 casos de menores que fueron explotados en EEUU y advierte que los inmigrantes hispanos son particularmente vulnerables.
“La promesa de una ‘vida mejor’ impulsa y atrae especialmente a todos aquellos que en sus propios países no tienen las condiciones para salir de la pobreza o que se ven obligados a huir por la violencia”, menciona Polaris. “Muchas personas aceptan trabajos en condiciones infrahumanas, con sueldos bajos, y son propensas a los abusos y susceptibles a maltratos por parte de los empleadores”, subraya.
Esta organización detectó 3,074 incidentes (38.6% del total, incluyendo víctimas adultas) en los que niños trabajaban en “servicios de acompañante”, como identifica los casos en los cuales los obligan a prostituirse en “fiesta privadas” o en cuartos de hotel. También descubrió 1,051 casos de “trata sexual residencial” (43% del total), refiriéndose a la explotación sexual que ocurre en burdeles clandestinos.
Las cifras de Polaris señalan que entre diciembre de 2007 y abril pasado registró miles de denuncias de menores que eran forzados a laborar en distintos sectores, como negocios ilícitos de masajes (579 casos), bares y cantinas (395), trabajo doméstico (161), actividades ilícitas (136), restaurantes (120), la agricultura (57), construcción (53), jardinería (22), servicios comerciales de limpieza (22) y fábricas (17).
Incluyendo niños y adultos, la organización lamenta que los inmigrantes de México y de países del Triángulo Norte de Centroamérica predominan “en este trágico conteo de víctimas”.
“Hay circunstancias en las que los niños son introducidos ilegalmente a Estados Unidos; posteriormente, los contrabandistas les cobran el pago de la deuda por su viaje y a menudo agregan tarifas e intereses exorbitantes”, expone el reporte de Freedom Network USA.
Después de ser explotados en los hogares a los que llegan, “estos niños son obligados a trabajar para pagar estas deudas o sus familias en sus países de origen probablemente enfrentarán las consecuencias”, señala el grupo.
Advierte que los niños explotados son menos propensos que los adultos a denunciar lo que les está pasando y, a menudo, quienes abusan de ellos les advierten que si se acercan a las autoridades los deportarán. Por si fuera poco, ellos experimentan un traumatismo psicológico a un nivel más profundo.
“Los niños indocumentados, en particular, pueden desconfiar de las figuras de autoridad debido a sus experiencias en sus países de origen con figuras de autoridad corruptas y violentas, o pueden temer a las autoridades de Estados Unidos debido a su estatus migratorio”, expone la organización.
Freedom Network USA recomienda a las autoridades estadounidenses apoyar políticas, proyectos de ley y servicios que protejan a los niños víctimas de trata; ampliar el a los servicios y la protección para los menores sobrevivientes de estos delitos; procurar la reunificación con sus familiares; y evaluar los casos de trabajo infantil forzado entre quienes están en los albergues migratorios.
Cómo se descubrió el abuso en Illinois
El caso de las menores guatemaltecas explotadas en el norte de Illinois se descubrió en febrero pasado, cuando la Policía de Aurora investigó una denuncia de abuso infantil.
Una mujer que un tiempo cuidó a la bebé de la pareja acusada marcó al 911 porque la niña de 11 años que vivía con ellos se refugió en su casa después de que le pegó Ac Salazar, quien decía la había adoptado en Guatemala. Ella tenía marcas en el brazo y la pierna. El hombre terminó confesándole a los detectives que sí la había golpeado con un cinturón y con el cable de un cargador de teléfono.
Ac Salazar y su esposa fueron arrestados por cargos de asalto agravado. Las dos niñas que trajeron de Centroamérica y el bebé de la pareja quedaron bajo el resguardo de las autoridades.
Una vez que los investigadores hablaron con las menores, descubrieron que habían pasado un infierno durante casi un año y que prácticamente eran esclavas del matrimonio.
La adolescente, identificada como ‘Víctima A’, reveló que Ac Salazar le consiguió tarjetas de residencia permanente y de seguro social falsas para forzarla a trabajar en este país. Contó que haciendo trabajos de limpieza le pagaban 360 dólares semanales, pero ellos le quitaban sus cheques para comprar comida y pagar los gastos de la casa.
Ella relató que también le advertían constantemente que si salía de la casa la “agarraría la Policía” en la calle porque era indocumentada. Una vez trató de estudiar, pero “la hicieron trabajar”.
La niña de 11 años, por su parte, denunció que le pegaban además con una antena y dijo que conoció a Ac Salazar pocos días antes de emigrar a EEUU. Ambos fueron detenidos por agentes fronterizos en El Paso, Texas, el 10 de mayo de 2019, y los liberaron poco después gracias a la menor.
Los oficiales aduanales le creyeron que era su hija adoptiva, aunque presentó un acta de nacimiento que falsamente lo identificaba como el padre biológico y que tenía fecha del 30 de abril de ese año, es decir, fue elaborada solo diez días antes de que llegaran a la frontera.
La otra acusada, Choc Laj, sigue detenida desde febrero, mientras que Ac Salazar cumplió ya una condena de siete meses de cárcel por golpear a la menor. Al ser liberado el 14 de septiembre, agentes federales tomaron su custodia por el caso relacionado con la adolescente que forzaron a trabajar. La acusación también cita a su esposa. Ellos enfrentan una condena de hasta 20 años de prisión.