El tamaño no importa: una metrópolis no es mejor porque sea más grande

Cuando se trata de ciudades y otros asuntos afines, generalmente se cree que lo más grande es lo mejor. En cambio, pese a que naciones industrializadas se beneficiaron en gran medida de vastas metrópolis, recientes investigaciones revelan que lo mismo no ocurre con las áreas urbanas actuales de rápido crecimiento. En estas zonas del planeta, todo indica que la urbanización sí tiene límites y que, por tanto, puede ser contraproducente si tiene lugar en dosis excesivas.
Los estudios, realizados por Susanne A. Frick y Andrés Rodríguez-Pose, adscritos a LSE, observan detalladamente la actual relación entre el tamaño de las ciudades y el rendimiento económico a nivel de todo el país al que pertenecen. Su indagación inicial, del año pasado, examina el vínculo entre el desarrollo económico –medido por el Producto Interno Bruto per cápita (GDP, por sus siglas en inglés)– y el tamaño promedio del área metropolitana en 114 países de todo el mundo. Para ello, se concentraron en un período de 50 años (1960-2010). Con el fin de asegurar la solidez de la investigación, se tuvieron en cuenta variables como la población nacional, el área física del terreno, los niveles educativos, el grado de apertura económica, entre otros factores.
Mientras el tamaño de las ciudades en los países desarrollados se ha estancado (línea roja), en las naciones en vías de desarrollo ha aumentado de manera explosiva (línea segmentada). (Andrés Rodríguez-Pose)
Las dimensiones de las ciudades y las áreas metropolitanas han crecido de sobremanera durante el último medio siglo. El aspecto curioso es cómo, en los países en desarrollo, el crecimiento de estas ha sido mucho más rápido y mayor que en las naciones más desarrolladas. Durante el período estudiado, el crecimiento de una ciudad promedio en países con altos ingresos fue de 500 mil a 650 mil personas; al tiempo que, en países en desarrollo, estuvo cerca de cuadruplicarse, expandiéndose desde 220 mil hasta 845 mil habitantes. En 1960, para que se tenga una idea, 12 de los 20 países que contenían las mayores ciudades gozaban de los más elevados ingresos; sin embargo, para 2010, 14 de los 20 forman parte del llamado mundo en desarrollo.
La urbanización, históricamente, ha sido vista como un rasgo necesario del desarrollo económico y el crecimiento, pero este estudio demuestra que esa relación no es lineal. Si bien las naciones más prósperas se benefician de tener ciudades más grandes, las urbes en crecimiento no. Durante un período de 5 años, los países más desarrollados experimentan un aumento del 0.7% en el crecimiento económico por cada 100 mil habitantes adicionales a su promedio poblacional urbano. Entretanto, en el caso de los países en desarrollo, la historia cambia: cada adición de 100 mil habitantes a sus principales ciudades, también en el plazo de un lustro, está ligada a un descenso del 2.3% de su crecimiento económico.
Este mapa muestra los índices de urbanización y las grandes aglomeraciones urbanas entre los años 1970 y el 2014. En rojo, las ciudades con más de 10 millones de habitantes, en púrpura aquellas entre 5 y 10 millones, y en azul entre 1 y 5 millones. (Andrés Rodríguez-Pose)
En su más reciente investigación, Frick y Rodríguez-Pose encontraron que las naciones en desarrollo tienden a recibir un mayor espaldarazo económico de sus ciudades pequeñas y de mediano tamaño. Estos países se benefician más al tener un mayor porcentaje de poblaciones urbanas viviendo en ciudades de, como mucho, 500 mil habitantes. En cambio, las grandes metrópolis suelen generar impactos económicos más positivos en países también más grandes. Por ejemplo, contar con una urbe de más de 10 millones de residentes produce beneficios económicos solo si el total de la población urbana del país sobrepasa los 28.5 millones de personas, refiere el estudio. Esto tiene sentido: países más grandes y más desarrollados son más propensos a acoger las industrias basadas en el conocimiento, pues estas requieren economías que se alimentan de las aglomeraciones urbanas.
Como he señalado antes en CityLab, y en mi libro The New Urban Crisis ( La nueva crisis urbana), hay varias razones por las que las mega-ciudades a menudo se equivocan a la hora de estimular un crecimiento significativo en un mundo de vertiginosa urbanización. En primer lugar, la mayor proporción de lugares en vías de acelerada urbanización hoy se localiza en las zonas más pobres y menos desarrolladas del mundo, mientras que los lugares que se urbanizaron un siglo atrás ocupaban las zonas más ricas y prósperas. Esta historia ha creado una falsa expectativa asociada a que la urbanización y la prosperidad van de la mano. Además, buena parte de la actual urbanización proviene de los desplazamientos masivos que originan las guerras, los conflictos civiles, o los desastres naturales, antes que por factores puramente económicos como el trabajo o las oportunidades laborales.
Relacionados
Estado rojo, ciudad azul
Asimismo, la globalización ha limitado el histórico vínculo entre las ciudades, la agricultura y la industria locales, el cual potenciaba antes un desarrollo económico más equilibrado. En la economía interconectada de hoy, las materias primas –que solían llegar de los contornos rurales de la ciudad– ahora pueden arribar más baratas procedentes de otras partes del mundo. El resultado es que la relación entre las grandes ciudades y el crecimiento ha devenido menos convincente, produciendo un desacostumbrado nuevo patrón de “ urbanización sin crecimiento”.
Ahora bien, la urbanización es aún esencial para las naciones en desarrollo, y las ciudades siguen siendo las puntas de lanza de su crecimiento económico. Mi propio análisis de los índices de productividad urbana en todo el mundo muestra que las metrópolis en países en desarrollo cuentan con índices claramente superiores a los de sus pares en las naciones más avanzadas. Dicho de otro modo, las ciudades en desarrollo, en términos relativos, son mucho más productivas.
Desde luego que los países en desarrollo necesitan a las ciudades, pero no tienen estas que llegar a ser megalópolis. El estudio cuestiona la asunción tradicional de la teoría urbana y económica: que las ciudades más grandes son necesariamente las mejores. Si bien esto guarda relación con las naciones más desarrolladas, donde las economías del conocimiento y la innovación sacan provecho de la densidad y la aglomeración, no ocurre lo mismo en el mundo en desarrollo y de rápida urbanización, ya que en este un mayor número de urbes pequeñas y de mediano tamaño aporta más al crecimiento económico.
Si alguna certeza arrojan las investigaciones de LSE es que, al menos hasta el presente, no existe una regla única –que funcione por igual siempre– para el desarrollo urbano y económico.
Este artículo fue originalmente publicado en inglés en CityLab.com.