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    Trump es absuelto y se queda en la Casa Blanca, pero el juicio político cambió muchas cosas en Washington

    Como se esperaba, el presidente fue absuelto de los cargos de abuso de poder y obstrucción al Congreso, pero en vez de servir como válvula de escape para rebajar las tensiones, es previsible que las divisiones se profundicen.
    5 Feb 2020 – 07:19 PM EST
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    WASHINGTON, DC .- Como se esperaba, juicio político que le abrió el Senado en enero luego de recibir los dos artículos de ‘impeachment’ que presentó contra el presidente la Cámara de Representantes por abuso de poder y obstrucción al Congreso.

    Con 52 votos contra 48 (por la deserción de Mitt Romney de la mayoría republicana para el primer cargo) y 53 contra 47 en el segundo, el presidente superó con facilidad la amenaza de ser destituido (algo que requería el voto de 67 senadores, las dos terceras partes de la Cámara Alta).

    Fue un final anticlimático para la intensidad con la que se había vivido el proceso del ‘impeachment’ y posterior juicio político desde que empezó el 21 de noviembre con el inicio de una investigación en la Cámara de Representantes luego de que se conociera por una denuncia anónima que Trump había retenido ayuda militar a Ucrania para presionar a ese país a que anunciara que lanzaría una investigación sobre una compañía en la que trabajó el hijo del exvicepresidente Joe Biden.

    Pese a esa intensidad, agravada y agravante del clima político polarizado que se vive en Washington DC, se daba por descontado que el presidente sobreviviría al intento de condenarlo, que él mismo y su partido habían calificado como una nueva cacería de brujas en su contra. La primera consideran que fue la del fiscal especial Robert Mueller sobre la no demostrada coordinación de la campaña republicana con operarios rusos para perjudicar a Hillary Clinton en las elecciones de 2016.

    Sin embargo, el presidente queda con la mácula de haber sido sometido a ‘impeachment’, una vergonzosa distinción que comparte con Bill Clinton (1993-2001) y Andrew Johnson (1865-1869), los dos únicos presidentes acusados de algún delito en el ejercicio del cargo por parte del Congreso.

    Romney rompe filas

    El tono dramático de la jornada la puso Mitt Romney, el senador por Utah y excandidato presidencial, quien rompió filas con su partido para votar a favor del primer cargo de abuso de poder y se convirtió en el primer legislador en la historia que vota contra un presidente de su propia organización política.

    Pero pese al gesto, no logró que se le sumaran sus colegas Susan Collins o Lisa Murkowsky, quienes suelen ser más independientes a la hora de seguir instrucciones del partido. No habrían logrado la mayoría necesaria.

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    El republicano Mitt Romney votará para que se condene a Trump en el juicio político


    Los demócratas también presentaron un frente unido, luego de que la senadora por Arizona Kirsten Synema, Doug Jones de Alabama y el de Virginia Occidental Joe Manchin, aclararan que votarían contra Trump. Los tres eran considerados dudosos por la vulnerabilidad que le da los estados mayoritariamente conservadores que representan y eran la apuesta republicana para decir que la absolución se produjo de manera bipartidista.

    Pero muy pocas se hacen de manera bipartidista en el Washington de estos tiempos. Salvo la deserción de Romney, el voto fue por líneas partidistas. Eso da a entender que en un proceso de enjuiciamiento del presidente puede contar con el perdón si la mayoría pertenece a su partido.

    Para tener una idea del cambio de la manera de hacer política en EEUU, durante el juicio a Clinton, en febrero de 1999, los 45 senadores de la minoritaria bancada demócrata votaron por absolver al presidente en la acusación de perjurio (10 republicanos dejaron la mayoría para votar de la misma manera). En el segundo artículo, obstrucción a la justicia, 5 republicanos se unieron a los demócratas. El presidente resultó absuelto.

    Más de un siglo antes, durante el proceso contra Andrew Johnson, la mucho más minoritaria bancada demócrata de la época, tan solo 9 senadores, contaron con la deserción de 10 republicanos lo que frustró la destitución del presidente por alguno de los tres cargos en su contra que se procesaron. Hacía falta entonces 36 votos para la destitución y aunque los republicanos tenían 45 escaños, no llegaron a la mayoría para sacar a Johnson del cargo. Johnson se salvó por tan solo un voto.

    Juicio predeterminado

    La mayoría encabezada por el republicano Mitch McConnell garantizó que el juicio se realizara en el menor tiempo posible y con el menor potencial de daños para el mandatario. McConnell bloqueó las iniciativas de los demócratas para escuchar nuevas evidencias o citar nuevos testigos, como sería de esperar en un procedimiento en el que se evalúa la culpabilidad de un acusado, argumentaban desde la frustrada oposición.

    McConnell afirmó que se siguió el mismo procedimiento usado contra Bill Clinton. La diferencia es que a ese presidente demócrata se le presentó una acusación después de años de investigación por parte de una fiscalía especial dirigida por Kenneth Starr (quien por cierto participó en este proceso como parte del equipo de defensa de Trump) que habló con decenas de testigos y contó con documentos presentados por la Casa Blanca para asistir en la investigación.

    En cambio, la presidencia de Trump decidió no colaborar con la investigación de la Cámara de Representantes y bloqueó la presentación de funcionarios (actuales y pasados). Con el argumento del privilegio ejecutivo y la protección de la seguridad nacional, ordenó que los funcionarios citados no prestaran atención a las citaciones de los congresistas, en un desafió al poder de supervisión del legislativo.


    Durante el juicio en el Senado surgieron datos que parecían demostrar que las acusaciones de los representantes podían beneficiarse de más documentación (como las declaraciones del empresario ucraniano Lev Parnas, o la filtración de extractos de un libro del exasesor de seguridad nacional John Bolton, o el reconocimiento de que existen decenas de emails que corroboran la sustancia de la denuncia de que Trump bloqueó la ayuda a Ucrania como parte de su estrategia de reelección).

    Pero McConnell se mantuvo firme y frustró todas las iniciativas de obtener datos adicionales, pese a que para ello solo se necesitaba la mayoría simple de 51 votos. Acá los demócratas no lograron convencer a los republicanos suficientes para lograr esa cifra.

    El rencor que persiste

    Al final, ambas partes se acusan de haberle causado un grave daño a la institucionalidad. Los republicanos afirman que se ha frivolizado el mecanismo del ‘impeachment’, que fue usado por los enemigos del presidente para “deshacer” el resultado de las elecciones de 2016, un resultado que nunca habrían aceptado los contrarios a Trump.

    Ellos (los demócratas) son una afrenta, de hecho, para esta institución y nuestra Constitución. Representan el mismo trastorno mental que preocupó tanto a nuestros Padres Fundadores que pusieron la barra del ‘impeachment’ tan alta”, dijo el senador de Dakota del Norte Kevin Cramer en su intervención final en el pleno de la cámara poco antes del voto.


    La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, publicó un comunicado tras la votación final en el que también invoca a los fundadores de la nación.

    "Hoy, el presidente y los republicanos del Senado han normalizado la anarquía y rechazado el sistema de controles y equilibrios de nuestra Constitución. Nuestros fundadores pusieron salvaguardas en la Constitución para protegernos de un presidente deshonesto. Nunca imaginaron que al mismo tiempo tendrían un líder deshonesto en el Senado que abandonaría cobardemente su deber de defender la Constitución”.

    Las mutuas acusaciones que se han intercambiado desde el voto final deja claro que queda una herida profunda en los pasillos del poder de la capital estadounidense.

    Lo sucedido el martes durante el discurso del Estado de la Unión de Trump, cuando este hizo prácticamente un discurso electoral dirigido a su base y Pelosi hizo el gesto de romper el texto una vez que el presidente terminó su mensaje, indica el grado de rencor que se ha establecido entre demócratas y republicanos.

    Los últimos porque creen que se buscaba “derrocar” por vía parlamentaria a un presidente debidamente elegido y los primeros porque aseguran que la Casa Blanca está rompiendo todas las reglas que han regido la vida y garantizado la convivencia en Washington por más de medio siglo.

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