Es un clásico, cuando empieza la quincena y nos acaban de pagar nos damos vida de reyes. Compramos cosas que muchas veces no necesitamos, cedemos a impulsos de ir a restaurantes finísimos para calmar nuestro apetito y no pensamos en la forma de aprovechar más nuestro dinero. Como consecuencia, los últimos días de la quincena son un sufrimiento y cuidar los últimos pesos que nos quedan se vuelve un reto necesario.