La posible causa de muerte de Bruce Lee reabre el debate sobre los peligros de beber agua en exceso
La estrella de las artes marciales Bruce Lee, famoso por su frase “Be water, my friend” (‘Sé agua, amigo’) murió a los 32 años en 1973. Los médicos dictaminaron que su fallecimiento se debió a una inflamación cerebral, que se achacó a la ingesta de un analgésico.
La muerte provocó rumores de que podría haber sido asesinado por gánsteres chinos, envenenado por una amante o víctima de una maldición. Esta semana, un equipo de médicos del Departamento de Nefrología e Hipertensión de la Fundación Jiménez Díaz, en Madrid (España), reveló que el actor probablemente murió de hiponatremia, la incapacidad del riñón para excretar el exceso de agua. Los médicos publicaron estas conclusiones en un estudio en el número de diciembre de la revista Clinical Kidney Journal.
La sugerencia de beber ocho vasos al día aparece habitualmente en artículos y guías de salud. Sin embargo, el último trabajo, el estudio más riguroso realizado hasta la fecha sobre la cuestión, revela que las personas tienen una amplia gama de ingestas de agua. Muchas personas sólo necesitan entre 1.5 y 1.8 litros al día, una cantidad inferior a los dos litros que se suelen recomendar, según el estudio.
"La recomendación actual no está respaldada científicamente en absoluto", afirma Yosuke Yamada, del Instituto Nacional de Innovación Biomédica, Salud y Nutrición de Japón, y uno de los primeros autores del estudio. "La mayoría de los científicos no está seguro de dónde procede esta recomendación".
Los alimentos contienen agua
Uno de los problemas es que las estimaciones anteriores de las necesidades de agua han tendido a ignorar el contenido de agua de los alimentos, que pueden aportar una proporción sustancial de nuestra ingesta total.
"Si sólo comemos pan, tocineta y huevos, no obtendremos mucha agua de los alimentos, pero si comemos carne, verduras, pescado, pasta y arroz, podemos obtener aproximadamente el 50% de nuestras necesidades de agua de los alimentos", afirma Yamada.
El estudio, publicado en la revista Science, evaluó la ingesta de agua de 5,604 personas de entre ocho días de nacidas y 96 años de edad de un total de 23 países. La investigación consistió en que las personas bebieran un vaso de agua en el que algunos de los átomos de hidrógeno se sustituían por deuterio, un isótopo estable del hidrógeno que se encuentra de forma natural en el cuerpo humano y es inofensivo.
La tasa de eliminación del deuterio extra revela la rapidez con la que se renueva el agua en el cuerpo y el estudio descubrió que la medida variaba mucho en función de la edad, el sexo, los niveles de actividad y el entorno de la persona. Las personas que viven en climas cálidos y húmedos y en altitudes elevadas, así como los deportistas y las mujeres embarazadas y en periodo de lactancia, presentaban una mayor rotación, lo que significa que necesitan beber más agua.
El gasto energético es el factor que más influye en la renovación del agua y los valores más altos se observaron en los hombres de 20 a 35 años, con una media de 4.2 litros al día. Los deportistas gastan aproximadamente un litro más que los no deportistas. Los bebés recién nacidos son los que más agua gastan, ya que reponen cada día el 28% del agua de su cuerpo.
Este estudio demuestra que la sugerencia común de que todos deberíamos beber ocho vasos de agua (o unos dos litros al día) es probablemente demasiado alta para la mayoría de las personas en la mayoría de las situaciones, y una "política de talla única" para la ingesta de agua no está respaldada por estos datos", dijo el profesor John Speakman de la Universidad de Aberdeen, coautor de la investigación.
"Creo que es una recomendación que mucha gente ignora y sigue lo que su cuerpo le dice", dijo.
Aunque es poco probable que beber más agua de la que el cuerpo necesita sea perjudicial para la salud, la producción de agua potable no es gratuita, señalan los autores. "Beber más de lo que necesitamos tiene un coste, aunque no sea un coste para la salud", afirma Speakman.
El riñón es el rey
Como el equilibrio total del agua corporal, o lo que los científicos del ejercicio llamamos homeostasis, es complicado, los mamíferos sobreviven haciendo ajustes en tiempo real en el riñón. Por eso, cuando se trata de la hidratación, nuestros riñones son los reyes.
Dentro de cada riñón (sólo necesitamos uno; nacemos con uno de repuesto, por si acaso) hay una red encubierta de canales de agua de acuaporina-2 (AQP-2) que responden a una hormona llamada arginina vasopresina. Se trata de la principal hormona antidiurética (de retención de agua) del organismo. Es segregada por la hipófisis posterior en respuesta a las señales nerviosas enviadas por sensores cerebrales especializados que detectan cambios sutiles en el equilibrio hídrico. Estos sensores especializados se denominan órganos circunventriculares.
Los riñones realizan ajustes moleculares tanto para la subhidratación como para la sobrehidratación en 40 segundos en respuesta a cualquier alteración del equilibrio hídrico. Estos ajustes son el resultado de la movilización de ejércitos de canales de agua AQP-2, que son unos 12 millones por célula del conducto colector.
Por eso, cuando bebemos más agua de la que nuestro cuerpo necesita (por encima de la sed), tenemos que orinar inmediatamente el exceso de agua. O cuando olvidamos la botella de agua durante el entrenamiento, dejamos de orinar para conservar el agua corporal. Esta rápida acción coordinada entre el cerebro, los nervios craneales y los riñones es mucho más eficiente y precisa que cualquier aplicación telefónica, gadget o recomendación personalizada disponible.