Ser un candidato bi-racial en el Estados Unidos de Trump

Todavía recuerdo la hora del almuerzo durante mis primeras semanas de escuela secundaria. Como cualquier estudiante de secundaria, yo era torpe y trataba de encontrar mi lugar. St. John Bosco era una escuela muy diversa con estudiantes provenientes de los condados de Los Ángeles y Orange. Durante el almuerzo todos escogíamos mesas para sentarnos y, como nuestro primer instinto es ir con lo que es similar, esas mesas para almorzar estaban divididas principalmente por raza.
Sentía una gran ansiedad sosteniendo mi bandeja del almuerzo mientras trataba de decidir dónde sentarme. Odié el almuerzo durante esas primeras semanas.
Si todos se sentaban según criterios raciales, no había ningún lugar donde sentarme. Soy mitad latino y mitad árabe-estadounidense, y “me veo como un tipo blanco”. Durante esos primeros días, mi única salvación fue atraer la atención de algunos compañeros latinos de la escuela primaria. Pero todavía recuerdo no sentirme totalmente cómodo escogiendo una mesa: ¿Y qué si me marginaban como medio latino? ¿Notarían mi sándwich de jamón y queso hecho con pan de pita? Sentía un constante malestar en el fondo del estómago, tratando de descubrir dónde encajaba.
A lo largo de mi vida, he tenido momentos que me han devuelto a esa situación incómoda de estar parado sosteniendo mi bandeja del almuerzo. No encajo en un estereotipo claro. Mi español está oxidado en el mejor de los casos, pero me sirve para desenvolverme cuando viajo a Latinoamérica. Mi familia árabe-estadounidense es cristiana, pero a menudo tengo que explicar mi religión y nunca le he tenido miedo a defender a los musulmanes. Me encantan las arepas y el hummus para el desayuno, pero nunca digo que no a los panqueques.
Parte de esto proviene de crecer en el mosaico racial que es el sur de California. Todas las comunidades están aquí y es natural que la gente pregunte: “¿qué eres?” Es una pregunta que fluye tan fácilmente como “¿cuál es tu comida favorita?” o “¿eres fan de USC o UCLA?” (gran diferencia, por cierto). Parte de esto también se debe a décadas de esfuerzos por dividirnos según el color de la piel, la religión y la cultura.
Siempre he creído que somos mejores que las divisiones que han causado tanto temor y ansiedad entre las comunidades inmigrantes. Somos mejores que las palabras y acciones de odio que son parte de nuestra historia y de la vida cotidiana de algunos de nuestros vecinos. Pero, como un niño flaco con un nombre raro, que parece un tipo blanco, y tiene padres originarios de América del Sur y del Medio Oriente, yo siempre supe que tenemos más en común que lo que nos divide.
Por eso fue que el presidente Obama me inspiró y me uní a su campaña. Por eso fue que estudié derecho para luego convertirme en abogado de derechos civiles. Creo que necesitamos que cada comunidad tenga una voz –y esto es especialmente cierto ahora que Donald Trump es presidente–. Como latino y árabe-estadounidense, no hay un día que pase en el que una parte de mi herencia no sea cuestionada por Trump.
Podría haberme desconectado y decidido aceptar los abusos de Trump. Como joven árabe-estadounidense, yo lidiaba con el abuso permaneciendo callado y concentrándome en la escuela. Pero, a medida que fui creciendo aprendí que o alzas tu voz o quedas excluido. No podemos ignorar a Trump. Y ahora mismo, necesitamos que las voces de todos sean fuertes.
No podemos permitir que Trump defina lo que significa ser estadounidense. Pero, como demócratas, tampoco podemos ser el partido que permita la división.
Desde que comencé mi campaña para el Congreso el año pasado me dijeron que “no soy lo suficientemente latino”. Me han dicho que “le quite importancia a lo árabe” y se me ha cuestionado mi fe cristiana.
Lo más preocupante ha sido ver la tendencia de algunos medios y de algunos políticos de ver a mis vecinos, ya sean blancos, latinos, asiático-americanos o afroamericanos, como una estadística demográfica en lugar de alguien igual de preocupado por perder su cuidado de la salud, no poder pagar una casa o no poder encontrar un buen trabajo.
Como ven, yo crecí donde estoy postulándome. Mis años formativos los pasé atendiendo mesas con inmigrantes latinos en La Habra y Anaheim, trabajando de vendedor en tiendas con colegas blancos en Brea y jugando baloncesto con mis amigos filipinos en Buena Park. He visto nuestros cambios demográficos de primera mano y soy un producto de esos cambios demográficos. Pero con todo, tenemos mucho en común. Todos vamos a los mismos parques. Todos compramos en el Brea Mall. Y asistimos a nuestros lugares de culto. El día a día de la mujer indioamericana no es diferente al de la mujer blanca.
Esto es lo que Donald Trump no entiende. No hay una definición singular de lo que significa ser estadounidense.
La definición de estadounidense somos todos nosotros. Es el veterano preocupado por lo que está viendo en la televisión. El beneficiario de DACA que presta servicios en el ROTC de su escuela. El propietario de la pequeña empresa china sentado en su oficina tratando de determinar cómo hacer sus presupuestos para el nuevo año. Y la chica musulmana que sueña con ser la próxima Elon Musk.
Nuestras esperanzas y nuestras luchas son las mismas, independientemente de nuestra raza. Como demócratas, debemos recordar esto. Incluso cuando Trump hace tan fácil dividir y categorizar.
Nosotros ganamos cuando inspiramos y damos esperanza. Esto significa centrarse en las cuestiones económicas cotidianas que dan esperanza: tener un hogar, comenzar un pequeño negocio, no vivir con el temor de perder la atención médica y poder recibir la mejor educación del mundo. Nuestra comunidad es más compleja que nuestro perfil demográfico.
Si queremos ganar, entonces debemos unirnos y tener una historia compartida con quienes queremos que sean nuestra comunidad.
En la escuela secundaria, después de unas pocas semanas, las mesas ya no estaban ocupadas según la raza de los estudiantes. En lugar de eso, nos sentamos de acuerdo con nuestros intereses, ya fuésemos deportistas, nerds o personas como yo, que una vez más caía en dos campos: era un atleta nerd. Creo que esta es también la historia de California. Hubo un día en que nos sentamos en mesas separadas, pero hoy compartimos las mismas esperanzas y preocupaciones: sentémonos juntos.
Este artículo de opinión apareció por primera vez en inglés en “Medium” .
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.