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Medio Ambiente

Come menos carne: la ONU subraya la importancia de cambiar la dieta para frenar el cambio climático

Los esfuerzos para reducir las emisiones de gas de efecto invernadero y limitar el impacto del calentamiento global tienen que acompañarse de cambios drásticos en el uso del suelo y la agricultura, la reducción del derroche (entre un 25% y un 30% de la comida se desperdicia) y del consumo de carne. Estas son las conclusiones de un nuevo informe que el de expertos en cambio climático de la ONU presentó este jueves en Ginebra, Suiza.
8 Ago 2019 – 02:03 PM EDT
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El ganado de la imagen se alimenta con pienso compuesto mezclado con algas en una granja de la Universidad de California en Davis. Este centro universitario está investigando fórmulas para reducir las emisiones de metano, uno de los principales causantes del efecto invernadero. Crédito: Terry Chea/AP

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, dependiente de Naciones Unidas) dio a conocer este jueves un documento –aprobado tras cinco días de reuniones entre 107 científicos de 52 países– en el que destaca que " una mejor gestión del suelo puede contribuir a frenar el cambio climático, aunque no es la única solución".

Uno de los aspectos más alarmantes del informe se refiere al derroche de la comida: entre un 25% y un 30% de la comida que se produce en el planeta va a parar a la basura. Combatir este problema, señalan los expertos, puede rebajar las presiones por reducir bosques y aumentar el suelo agrícola.

Además de reducir el derroche de comida, el informe propone retomar prácticas agrícolas y ganaderas de las poblaciones indígenas tradicionales. "Su experiencia puede contribuir a los desafíos que presentan el cambio climático, la seguridad alimentaria, la conservación de la biodiversidad y el combate de la desertización", sostienen los expertos.


El informe fija, por primera vez, la relación directa entre el cambio climático y la degradación del suelo global (zonas más áridas, pérdida de biodiversidad, desertización) y advierte de un aumento de las sequías en regiones como el Mediterráneo o África del Sur debido al calentamiento global. En otras zonas, como los bosques boreales, los efectos del cambio climático podrían incluir mayor riesgo de incendios forestales o de las plagas, según el texto del IPCC.

La crisis medioambiental ha alcanzado tales dimensiones —lo hemos podido comprobar en lo que va de 2019, cuando se han encadenado máximos de temperaturas, olas de calor y sequías— que se hacen necesarios cambios profundos en sectores como la producción de alimentos, la gestión de los suelos y las dietas, concluyen los expertos. El informe establece que un 23% de todos los gases de efecto invernadero que expulsan los humanos a la atmósfera proceden de la agricultura, la silvicultura y el uso de la tierra. Si se añaden las emisiones de la producción de alimentos, esta cifra puede alcanzar el 37%.


El IPCC también propone algunas soluciones. La más obvia es reducir el consumo de carne, ya que, tal y como recuerda esta agencia de la ONU, las dietas equilibradas que se basan en alimentos de origen vegetal son clave en la lucha contra el cambio climático. La dieta puede incuir también alimentos de origen animal, pero en cantidad reducida, producidos de manera sostenible y con bajas emisiones.

En octubre de 2018, este mismo de expertos lanzó un informe demoledor en el que advertía de que el ser humano se está quedando sin tiempo para cumplir el Acuerdo de París, que establece que el incremento medio de la temperatura quede por debajo de 1.5 grados Celsius (2.7 Fahrenheit) de aquí a final de siglo. Este informe señalaba que se necesitan reducciones de los gases de efecto invernadero sin precedentes, incluyendo un alejamiento de los combustibles fósiles.

La dieta planetaria

Menos carne y azúcar; más frutos secos, legumbres, frutas y vegetales: esta es la receta para mejorar la salud de los individuos y del planeta, concluía a principios de año una comisión internacional de científicos que urgía un cambio en la alimentación para evitar las muertes prematuras y la catástrofe ambiental. Se trata de evitar las 11 millones de muertes prematuras por los malos hábitos alimenticios (o la desnutrición, la otra cara de la moneda) y sortear la catástrofe ambiental que se avecina si continuamos los patrones de consumo insostenible que comenzaron tras la II Guerra Mundial, cuando se disparó el consumo per cápita de grasas vegetales, carnes y calorías.


El ganado es una fuente importante de producción de metano (un gas que produce el efecto invernadero), y el incremento por la demanda global por carne de res y otras carnes ha incrementado la presión en sistemas forestales clave, como el Amazonas, que está sufriendo una peligrosa deforestación.

“No queremos decirle a la gente qué tiene que comer”, señaló Hans-Otto Pörtner, uno de los autores del estudio presentado el jueves en Ginebra. “Pero sería muy beneficioso, tanto para el clima como para la salud de los humanos, si las personas de los países ricos consumieran menos carne, y si los políticos creasen incentivos apropiados a este efecto”.

Pörtner se refirió a la necesidad de actuar inmediatamente. “Ya no hay posibilidad de que nadie diga 'Oh, el cambio climático está ocurriendo y nosotros simplemente nos adaptaremos a ello'. La capacidad de adaptación es limitada”.

Otras acciones para frenar la catástrofe son la creación de los muros verdes, con especies vegetales autóctonas que frenan la desertización, o la conservación de ecosistemas en humedales, manglares o bosques.

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Una osa polar aparece en una ciudad a millas de distancia de su hogar buscando alimento
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