Estos son los ‘trenes sin rieles’ que podrían llegar a Miami

Tiene la forma de un moderno tranvía, pero con ruedas de goma similares a las de un autobús. Además, no necesita de un chofer: funciona automatizado como un tranvía. El ‘tren sin rieles’ es una especie de engendro fántastico del transporte público.
Sin embargo, no es una criatura mítica, a diferencia del autobús elevado chino que terminó siendo una utopía. Al parecer, esta innovación híbrida de transporte va en serio.
Desde el pasado octubre, estos vehículos automáticos alargados han estado usando tecnología de sensores para seguir marcas pintadas en las calles de Zhuzhou, China. Por ahora, los operadores permanecen detrás del volante, pero la idea es que no sean necesarios cuando la ciudad construya una red mayor que la pista de prueba actual, de 3.1 kilómetros, una senda exclusiva en un bulevar con mucho tráfico.
La noticia del aparentemente exitoso piloto llegó a los oídos de Carlos Giménez, alcalde del condado de Miami-Dade, quien quedó tan impresionado por los videos del sistema en movimiento de Zhuzhou que aseguró que haría un viaje personal para ver si la iniciativa pudiera extrapolarse a Miami, ciudad con enormes desafíos en el sector del transporte. “Es una solución que podemos implementar ahora”, dijo Giménez hace unas semanas. “Y no es algo que tomaría décadas completar” (mientras tanto, una no muy entusiasta columnista del Miami Herald le llamó ‘ el autobús comunista’).
Alimentados por baterías y capaces de alcanzar hasta las 43 millas por hora, un ejemplar de este tipo con tres vagones puede alojar 300 pasajeros. La CRRC, compañía china de transporte que los fabrica, estima que diseñar y poner en marcha un sistema así saldría a un 20% del costo de un sistema de metro, de acuerdo con Dezeen.
En esencia, estos trenes sin rieles cumplen con cada estándar de calidad con que deberían cumplir todos los sistemas de transporte: mueven muchas personas, se desplazan por pistas exclusivas, se alimentan de energía eléctrica y son relativamente baratos y fáciles de diseñar. En otras palabras, son casi idénticos a los autobús de tránsito rápido (conocidos en inglés por las siglas BRT), aunque con una diferencia medular y, por qué no, preocupante: les llaman trenes y no buses.
¿Qué hay detrás de este nombre? No se sabe a ciencia cierta. Ahora bien, cuando el vocablo es ‘autobús’ se suceden un montón de reacciones negativas. Estudios en ciudades de todo el mundo muestran que los pasajeros, abrumadoramente, prefieren los trenes –ya sean metros, trenes ligeros o tranvías– a los autobuses. Algunas de las razones que lo explican están ligadas a malas experiencias en estos últimos: los autobuses escupen gases de diésel, se atascan en el tráfico, caen en baches y se rompen con frecuencia. No hablemos ya del pago del boleto, que puede ser tedioso y molesto, ni tampoco de que, si eres anciano o estás discapacitado, el autobús ser más difícil de montar. A esto sigue que algunos paraderos no tienen el diseño más agradable. El tránsito ferroviario fijo, por otro lado, es menos susceptible a los vaivenes del tráfico, más predecible, fácil de abordar y a menudo ofrece un viaje más placentero físicamente.
Además, están las razones de tipo emocional y social por las que mucha gente evita los autobuses: en las ciudades norteamericanas, esto s tienden a ser los únicos medios de transporte con que cuentan los ciudadanos de menos ingresos, quienes por ello constituyen un desmesurado porcentaje de pasajeros. El estigma de segunda clase queda reforzado a través de la rutinaria falta de fondos. Llegado el momento de subir los impuestos para construir proyectos de transporte público, los funcionarios a menudo se sienten tentados por proyectos ferroviarios súpercostosos que atraen y se avienen a s de mayores ingresos, quienes no toman el transporte público y cuyos votos son necesarios, antes que por invertir en un más avanzado sistema de autobús que pudiera funcionar igual o mejor, y por menos dinero.
Como lo han demostrado recientemente Los Ángeles y Denver, los proyectos centrados en fomentar el transporte ferroviario suelen fallar en producir los incrementos prometidos en el volumen de pasajeros, son increíblemente costosos y tampoco sirven de mucho a las personas que ya viajan en transporte público y necesitan mejorar su experiencia. Y porque los autobuses, por supuesto, siguen siendo desagradables.
Asimismo, la forma en que se describen y se desarrollan los proyectos puede afectar la manera en que luego las personas los reciben y se sienten respecto a ellos, lo cual explica que un ingenioso video, con imágenes de trenes sin rieles generadas en computadoras, resulte tan seductor a dirigentes urbanos desesperados por nuevas narrativas.
Pero, para que un sistema de transporte sea exitoso, es necesario romper el círculo vicioso de la preferencia por los trenes. Y, de hecho, se puede, según lo han probado algunos estudios, pero solo cuando los autobús son tan buenos como los trenes. La Línea Naranja, un bus rápido que circula a lo largo del Valle de San Fernando en Los Ángeles, cuenta con espaciosos vehículos, servicio frecuente, sendas exclusivas, y conexiones regulares con autobús y trenes. Esta ha triplicado sus estimados iniciales de pasajeros. En un informe de 2009, realizado por el Departamento de Transporte de Estados Unidos (DOT, por sus siglas en inglés), algunos pasajeros de la Línea Naranja refirieron que ellos ni siquiera lo veían como un autobús, sino como algo próximo a un tren. En parte, esa percepción se debe a cómo el sistema fue comercializado y descrito originalmente: la Línea Naranja fue siempre presentada como una extensión del Metro de Los Ángeles, antes que como un componente más de la red de autobuses. Pero, desde luego, se debe también a que este autobús es objetivamente superior a la mayoría.
Los autobuses que ‘no parecen autobuses’ despiertan un interés creciente entre empresarios que buscan reinventar las tecnologías existentes: véase Cabin, el ‘ autobús hípster’ equipado con cubículos para dormir y que presta servicio nocturno de Los Ángeles a San Francisco, el cual está tratando de ganarles pasajeros a las aerolíneas. Fabricar una imagen moderna para un humilde modo de transporte es una tarea digna, pero llamarlo ‘trenes sin rieles’ no se antoja una decisión de marca muy sabia y podría crear, sin embargo, otro ‘escalón’ en el sistema de transporte público que simplemente no debería haber. Los autobuses pueden y deberían funcionar tan bien como los trenes. Cuando lo hacen, han de ser irados por el público y los políticos y no ser una rareza.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.