Un nuevo informe asegura que FEMA subestima enormemente el riesgo de inundaciones

Durante los últimos 30 años, Estados Unidos ha perdido un promedio anual de 8,200 millones de dólares en daños a causa de inundaciones de agua dulce. Los estudios muestran que esta destrucción se intensifica cada año. Las riadas de agosto de 2016 en Mississippi y Louisiana, por ejemplo, trajeron consigo de 10,000 a 15,000 millones de dólares en daños.
La ira del huracán Harvey atizó el debate acerca de cómo el país maneja los seguros contra inundaciones y focalizó el análisis sobre los incentivos para nuevas construcciones sobre los vastos territorios de fácil inundación en la nación. Pero par tener una reforma sustancial habría que enfrentar un serio problema: los mapas de riesgo de inundación de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés). Estos mapas dictan la forma en que se deben gestionar desastres de este tipo, siendo como han sido ampliamente criticados por estar desactualizados y por subestimar los verdaderos riesgos.
Un reciente informe -desarrollado por la Universidad de Bristol, Reino Unido, y la organización sin fines de lucro Nature Conservancy (TNC, por sus siglas en inglés)- concluye que estos mapas solo dan cuenta de la tercera parte del total de la población que se expone a inundaciones de magnitud. Si bien FEMA estima que solo 13 millones de estadounidenses corren hoy día algún tipo de riesgo asociado a una devastación causada por una 'inundación de 100 años', el informe maneja la cifra de 41 millones (una 'inundación de 100 años' se refiere a un evento extremo cuya probabilidad de ocurrencia es de 1% en cualquier año, concepto técnico común en el manejo del riesgo de inundaciones).
“Es abrumador”, opinó Kris Johnson, científico de TNC y uno de los autores del informe.
Las simulaciones que realizó el estudio emplearon un cúmulo considerable de datos extraídos de la Encuesta Geológica de la base de datos National Elevation Dataset (NED), y fueron “mucho más precisas y abarcadoras que todo lo que habíamos hecho con anterioridad”, abundó Johnson. La apreciación de FEMA, por otra parte, se basa en evaluaciones locales de varios sumideros y planicies aluviales, las cuales consumen bastante tiempo.
“Hacer mapas de la forma en que lo hace FEMA pierde de vista, esencialmente, muchos riesgos”, indicó Oliver E. J. Wing, candidato a doctor en la Universidad de Bristol y otro de los autores de informe. “Y estos mapas son la fuente de que beben las decisiones sobre gestión en Estados Unidos en este minuto”. Wing agregó que los métodos de FEMA “tienden a ignorar las arroyos más pequeños”. Estos no tienen el mismo caudal que los ríos más grandes de Estados Unidos pero son numerosos y atraviesan áreas muy pobladas.
Asimismo, el informe establece que los mapas de FEMA pasan por alto el riesgo en todo el país, aunque las áreas de exposición identificadas más recientemente se concentran en la costa del Pacífico, en centros urbanos alrededor de los Grandes Lagos y tierra adentro en la región oeste. Los investigadores también proyectaron cambios futuros en la población y la densidad de viviendas usando el proyecto Integrated Climate and Land Use Scenarios (Escenarios Integrados de Clima y Uso del Terreno: ICLUS, por sus siglas en inglés), de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. Hallaron que la proporción de estadounidenses viviendo en áreas propensas a inundaciones aumentará con el tiempo.
Actualmente, un 13.3% de la población nacional está expuesta a una 'inundación de 100 años', pero ese número puede ascender a un 15.8% para 2050 y a un 16.8% para 2100, según el informe. En algunas regiones, el incremento proyectado es marcado. Se espera que Dakota del Sur, Nebraska, y Nuevo México vean quintuplicarse la exposición a las inundaciones para 2100. Por su parte, en California, Florida y Texas, se prevé un aumento en tres o cuatro veces de los niveles actuales de exposición.
“Lo verdaderamente perturbador”, confesó Johnson, “es que, en algunos casos, hay más personas y planificación urbana allí donde la exposición a inundaciones frecuentes es mayor. Nuestra política y nuestra estructura de planificación e incentivos, nuestra estructura de seguros, no está configurada para pensar de manera integral y desincentivar las malas decisiones sobre dónde construir”.
En un escenario modelado por los autores, el área urbanizada que se convertiría para 2100 en terreno propicio a inundaciones equivaldría al tamaño actual de Colorado y contendría, aproximadamente, bienes por el valor del Producto Interno Bruto de Estados Unidos. Y el estudio no tuvo en cuenta cómo el cambio climático podría exacerbarlo todo, o sea, haciendo más severas las crecidas.
Evitar construir en las áreas vulnerables será clave para minimizar el daño a futuro, sentenció Johnson. Además, tendría la ventaja de que, en lugar de quedar obstruidas por el concreto, estas áreas de drenaje natural pudieran realizar su función primordial: absorber el exceso de agua de los ríos.
“Tendríamos un provecho adicional, pues esas riadas podrían esparcirse en las llanuras aluviales y no desviarse, río abajo, a toda velocidad”, añadió Johnson. En este país, solemos ignorar y subvalorar el papel de un escenario natural intacto a la hora de gestionar la minimización de los riesgos”.
Para que las localidades tomen decisiones precisas, como cuán alto levantar un edificio o dónde exactamente evitar construir, los planificadores tendrán que crear modelos que se adapten al terreno en específico. Sin embargo, el estudio señala las regiones que necesitan ser más rigurosas con su evaluación de riesgos. Con más datos, indicó Wing, este método será capaz de brindar mejor información sobre los riesgos de inundaciones: “Con este nuevo modelo, en esta fase embrionaria, apenas vemos la punta del iceberg”.
Este artículo fue originalmente publicado en inglés en CityLab.com