Recuerdos, anécdotas y un aplauso que hizo eco en toda Latinoamérica: el emotivo adiós de miles de seguidores a Vicente Fernández
“Descanse en paz”, dijo monseñor Oscar Sánchez Barba, el sacerdote, charro y amigo de la familia Fernández que ofició la misa de cuerpo presente en honor del cantante mexicano Vicente Fernández Gómez, el Charro de Huentitán, fallecido este domingo a sus 81 años. El peso de esas palabras conmovió a las cerca de 7,000 personas que llenaron la Arena VFG.
Entre los seguidores de Vicente Fernández, que durante dos días le agradecieron por sus canciones, había acentos curtidos más allá de las tierras tequileras jaliscienses, que no quisieron dejar pasar la oportunidad de representar a sus lugares de origen.
Leiny García tiene el pelo pintado con rayos de un azul como el de la bandera de Honduras, el país que la vio nacer y que dejó para intentar llegar a Estados Unidos. No va sola, en sus brazos lleva a Mía, una bebé risueña de un año.
“Llegué hace 15 días a Guadalajara, voy de paso hacia Estados Unidos, pero como murió Vicente me quedé para venir a despedirlo”, cuenta en una de las entradas de la Arena VFG antes de entrar.
La joven no considera un desperdicio de tiempo interrumpir su camino para darle el último adiós a Fernández. “Mi abuela cantaba ' Volver, volver' y, ahora que está moribunda, quiero que sepa que estoy aquí para ponerla contenta”, cuenta.
El tono de Vicente Fernández, que un día decidió encontrar luego de entender que tenía que dejar de cantar como Pedro Infante, Javier Solís o Jorge Negrete, ha significado para muchos una conexión invaluable con sus seres queridos, durante momentos íntimos.
Un hombre lleva en sus manos una bandera colombiana, que extiende con orgullo cada vez que tiene oportunidad. Se llama Luis Felipe Herrera, y lo acompañan su esposa, sus hijas y un cuñado desde Bogotá. A todos, sin excepción, les cuesta contener la emoción.
“¡En Colombia es muy querido!, dice Herrera a los gritos para que todos los que pasan a su alrededor lo escuchen. “No solo él, sino toda la cultura mexicana”, agrega.
Lo que comenzó siendo un viaje de visita a una sobrina que vive en Guadalajara, se convirtió desde el pasado domingo en una verbena emocional. Con su sombrero ‘vueltiao’ bien puesto, Herrera explica “la inmensa alegría de poder estar con él en sus últimos momentos”, sobre todo al pasar cerca del féretro de Fernández.
Esa alegría es compartida también por Alicia Muro y Ernesto, su hijo, quienes sin importar que ella haya llegado empujando su silla andadera y él caminando con bastón, se entregaron a la necesidad de acercarse a darle el último cariño a ‘Chente’, y poner en pausa sus propias dolencias.
"Soy iradora total de él porque fue un gran hombre", explica la señora Alicia al borde de las lágrimas, para después recordar la vez que estuvo con él dentro del registro civil, donde su marido trabajaba y Fernández llegó a casar a unos familiares.
“Estuvo a mi lado cantando; se portó bien”, comenta Ernesto, quien añade que más allá de sus canciones, recuerda todo lo que hizo por su pueblo: “Al que nunca abandonó porque era humilde”.
Por este tipo de historias, cuando monseñor Sánchez dijo que Fernández no quería más que el aplauso de su público cuando falleciera, todos sus fieles fanáticos hicieron retumbar la Arena VFG, mientras el mariachi –que cantó la celebración eucarística– comenzó a tocar Guadalajara, otra de las canciones distintivas del artista.
“Si ya se llevaron al jefe, vengan a la otra entrada a ayudarnos”, dice un elemento de seguridad por radio, refiriéndose al féretro de Vicente Fernández –jefe hasta en la muerte– que fue retirado por sus allegados tras finalizar la misa y después de las palabras de Alejandro Fernández, su hijo, y las de su esposa, cariñosamente llamada Cuquita.
La otra entrada es el camino hacia las caballerizas y rumbo al entierro de los restos de Fernández en un mausoleo en el jardín frente al rancho 'Los 3 Potrillos', donde solo tuvieron los allegados del cantante, y hasta donde los fanáticos que estuvieron dentro de la arena intentaban llegar.
Subidos en un camino cuesta arriba, cientos de aficionados a 'Chente' ven de lejos y por encima de las rejas cómo una guardia de charros extensa va saludando con sus sombreros al féretro cuando pasa frente a ellos.
En ese tumulto improvisado está Carlos, un peruano que vive desde hace cinco años en Guadalajara y que al ver morir a Fernández le recuerda la infancia que pasó con su padre.
“Ya de por sí la música te transporta a lugares, pero la voz de ‘Chente’ te daba algo más”, dice emocionado antes de recordar cómo su padre, fallecido hace una década, cantaba sus canciones en fiestas familiares en su natal Lima, hasta donde, dice, el dolor por la muerte de Fernández ha llegado.
“El día que me muera que sea con mariachis, mi adiós a la vida y en vez de rezarme, me cantan canciones, como despedida”, cantó muchas veces Vicente Fernández en ‘El adiós a la vida’. Y su pueblo, latinoamericano, no le iba a quedar mal.