Detrás de La dama de oro se esconde el mayor robo de arte de la historia
La película La dama de oro nos cuenta una historia difícil, pero con un final feliz. En ella, Maria Altmann se enfrenta en un litigio con el Gobierno de Austria durante casi una década hasta que finalmente consigue la restitución del retrato que Gustav Klimt hizo de su tía, Adele Bloch-Bauer I. El suceso es solo la punta del iceberg: forma parte del mayor robo de arte de la historia, en el que el régimen nazi usurpó cerca de 650 mil obras de arte de museos y colecciones privadas europeas.
¿Un enfoque científico?
No fueron pocas las ocasiones en las que los regímenes totalitarios se basaron en teorías aparentemente científicas para justificar su accionar. Esto pasó en muchos ámbitos durante el régimen nazi, y el arte no fue la excepción. Todo comenzó en 1892, con la publicación del libro Entartung ( Degeneración) por el médico Max Nordau. En él, el teórico afirmaba que parte del arte y la literatura producidas en el fin de siglo europeo era el resultado de mentes enfermas. Y entre los varios ejemplos de esta «degeneración» incluía a escritores de la talla de Ibsen, Tolstoi y Oscar Wilde, así como a los movimientos simbolista y parnasiano.
Fue de este libro que Hitler tomó su noción de arte degenerado. Esta categorización servía un doble propósito para el Tercer Reich. Por un lado, funcionaba como excusa para la censura de obras de arte y, por otro, les permitía usurpar estas pinturas para luego venderlas, lo que ayudó a financiar el régimen.
Arte degenerado
El régimen nazi consideró como « artistas degenerados» a todos aquellos que representaran una ideología «judeo-bolchevique» o que fuera, de alguna manera, subversiva al régimen. Muchos artistas cayeron en esta clasificación a pesar de carecer de orígenes judíos. Es que el mundo del arte por ese entonces era dominado por galeristas, coleccionistas y curadores que profesaban esta religión.
Así, se catalogó como «degenerados» a artistas como Matisse, Van Gogh, Cézanne y Kandinsky, así como a los «ismos» (expresionismo, cubismo, dadaísmo, fovismo y futurismo). Siempre nos quedará la duda de si este desprecio acérrimo de Hitler por el arte de la época se debía únicamente a fines propagandísticos e ideológicos o si no tendría algo que ver con el hecho de que él mismo era un artista frustrado.
Sin lugar a dudas el punto cúlmine de este episodio fue la exposición Arte degenerado, realizada en Múnich en 1937. El propósito de sus organizadores era ridiculizar el arte contemporáneo. «Lo que ven aquí son desafortunados productos de la locura, la impertinencia y la falta de talento», expresó Adolf Ziegler, curador de la muestra, en su inauguración.
¿Qué pasó con las obras?
Lo más curioso es que, más de 70 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, muchísimas obras continúan desaparecidas y la gran mayoría de aquellas en colecciones privadas o museos no han sido restituidas a sus antiguos dueños o sus herederos.
Un ejemplo de la magnitud de esta problemática se hizo patente en el año 2012, cuando un descubrimiento conmocionó a la sociedad alemana. En medio de una investigación por la evasión de impuestos, se develó que Cornelius Gurlitt, un hombre de 81 años, tenía 1406 cuadros robados por los nazis en su apartamento en Múnich. Entre ellos se encontraban obras de Picasso, Renoir, Chagall y Delacroix, entre otros, por lo que se considera que la colección debe valer más de mil millones de dólares.
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Un problema de ley
Los esfuerzos legales para favorecer la restitución de las obras han sido pocos. Como se hace patente en el caso de Maria Altmann, existe un vacío en la reglamentación alrededor de este tipo de reclamos. Un importante avance ocurrió en 1998 en una conferencia en Washington D.C. Allí, varios países expresaron en un documento llamado Washington Principles on Nazi-Confiscated Art que los museos e instituciones públicas que tengan obras de este robo deberían devolverlas a sus dueños anteriores. Sin embargo, esto no es obligatorio y, además, no se incluye a aquellos cuadros que permanecen en manos privadas.
Luego de tantos años, son muchos los que esperan una restitución de estas obras de arte para los familiares de las víctimas del Holocausto que, aunque no logre borrar el horror de lo vivido, al menos los reencuentre con su historia y herencia familiar.