Los espejos de un asesinato

a causa de la brutalidad policial- deja esta vez, además de una creciente indignación, algunas preguntas, unas nuevas y otras renovadas, y hasta que no se hagan parte de las prioridades de la dirigencia del país, seguiremos siendo testigos de esta terrible epidemia de la muerte.
El estupor ha sido, otra vez, colectivo, después que todos pudiéramos ver -bendita sea la tecnología- el video en el que cinco policías de Memphis le dieron una larga paliza a Nichols, esa noche de enero, luego que había sido esposado, y se encontraba absolutamente indefenso.
Pero hay más. En el video se ve que Tyre Nichols, quien lo que había cometido era una infracción de tránsito, es rociado con gas lacrimógeno y apuntado por una pistola taser con descargas eléctricas, intenta huir pero luego es atrapado por los agentes, que se desatan, insensibles a las súplicas del automovilista.
Y ese es un dato que no es menor, sino, por el contrario, el epítome del asombro, la evidencia de que a la brutalidad policial se suma no solo el racismo, como práctica y como causa, sino el racismo ejercido desde los mismos de su grupo étnico: afroamericanos discriminando, torturando y asesinando a otro afroamericano, sin ninguna razón que no fuera su color de piel, el mismo de ellos, como cuando en tiempos de esclavitud, tenían que impartir castigos físicos a su prójimo.
La diferencia es que ahora nadie los obliga, sino que lo hacen de propio albedrío.
Enseguida nos asalta la familiaridad que tienen casos como estos con los migrantes (latinos, que son los que conocemos de cerca) que son antiinmigrantes y apoyan a líderes antiinmigrantes. Se valen de cualquier lógica legal para discriminar a otros inmigrantes por considerarlos menos merecedores de un trato comprensivo. Porque, en ambos casos, hay una causa compartida: la necesidad de pertenecer, aún no perteneciendo (o precisamente por eso), o creyendo que si segregan al que el status quo señala, pertenecerán, lucirán "mejor", o "tan bien" como se requiere para ser aceptados, según sus creencias.
Es una causa compartida, aunque no parece ser la única. Ni exclusiva de racistas y anti inmigrantes. Uno de los peores males que el ser humano ha traído de vuelta como reacción ante la globalización, es la reacción ante el distinto (que no es tal), y la idea de que rechazarlo garantiza la integridad propia. Parece haberse vuelto más común que de costumbre que el prójimo sea un ser humano como tú.
En el caso de Tyre Nichols quedó en evidencia un señalamiento que han hecho sociólogos, académicos y el mismo presidente Biden: el problema del racismo en Estados Unidos es un problema sistémico. Hay todo un andamiaje de creencias que, escondido y a veces descarado, convalida la idea de que hay personas que valen menos que otras de acuerdo a su fenotipo.
El extremo es que, incluso siendo del mismo origen étnico, el sistema de creencias es tan fuerte que, si tienen el poder, algunos afroamericanos son capaces de azotar, e incluso matar a otros, con un desprecio que seguramente no sentirían por un blanco.
Por otra parte, y este no es un tema menor, sino de igual importancia, está la brutalidad policial. La cultura del orden transformada en abuso de poder, violencia injustificada y sadismo. Es un problema claramente relacionado con la educación de los policías, pues los índices de abuso policial son distintos en regiones y ciudades, unos de otros, en tanto que cada policía depende de entes gubernamentales diferentes, y la concepción de su rol es distinta de acuerdo a de dónde son.
Los meses de entrenamiento, el conocimiento de las leyes, la comprensión de su misión, hacen una diferencia enorme en que un policía pase de ser una garantía de seguridad a convertirse en una amenaza de muerte.
Aunque las muertes violentas, injustificadas y absurdas se repitan, siempre vale la pena reflexionarlo hasta que todos podamos aprender a respetar el valor de la vida.
E insistir no es un sueño idealista, la misma madre de Tyre Nichols (nadie podría tener más razones para ser escéptica) lo expresó: "mi mayor deseo es que la muerte de mi hijo sirva para algo".
Que su muerte sirva para no dejar de cuestionar el odio que sentimos por otros por su solo color de piel, situación legal u otra condición, y nos esmeremos por recordar que sus vidas valen tanto como las nuestras.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.