Del rechazo al ibuprofeno al boom de la cloroquina: los estudios que complican la lucha contra el coronavirus

No nos referimos a las noticias falsas, que son otro gran problema para afrontar esta crisis sanitaria, ni a las ideas peregrinas de Donald Trump contra el coronavirus, como ingerir desinfectantes. Estamos hablando de investigaciones científicas que no han sido debidamente corroboradas.
"Si lanzas una piedra en cualquier dirección, puedes estar seguro de que golpeará al menos un ejemplo de investigación con problemas", denunciaba la revista Science hace un par de semanas en un artículo en el que los científicos firmantes reclamaban transparencia en los modelos que se están publicando sobre la evolución de la pandemia, que generan gran confusión en el público.
“Necesitamos muchos ojos para revisar y examinar colectivamente los supuestos, las parametrizaciones y los algoritmos del modelo para garantizar el modelado más preciso posible. La transparencia genera confianza pública y es la mejor defensa contra el malentendido, el mal uso y la información errónea deliberada sobre los modelos y sus resultados”, escribían.
¿Qué es lo que está pasando? Todo se acelera como resultado de la ansiedad y el estrés que padecemos. Este comportamiento tan humano y natural es un problema para la ciencia, que requiere tiempos muy reposados. El resultado es “ la mayor avalancha de estudios científicos que se haya visto”, con 20,000 artículos sobre el coronavirus en tres meses.
Cada dos semanas se duplica el número de artículos relacionados con covid-19 y el problema es que, para cuando se retiran, los estudios ya han recibido cobertura mediática y sus tesis, por descabelladas que sean, en muchas ocasiones han sido leídas por millones de personas en todo el mundo, como en los casos que resumimos sucintamente a continuación:
En circunstancias normales, un estudio tarda meses o años en completarse, tras rigurosos protocolos para su desarrollo. Y luego prosigue un complejo proceso de revisión. Todo esto ha saltado por los aires. Son los llamados preprint, o prepublicacines (los borradores de estudios que se comparten antes de su validación), y que cuentan por un tercio de todos los artículos sobre covid.
Si la revista Nature se tomaba, antes de la crisis, una media de 100 días solo para la revisión por pares (cuando expertos ajenos al estudio contrastan la investigación en curso), en las últimas semanas se ha convertido en una suerte de red social en la que miles de informes compiten por ganar notoriedad. Mientras tanto, el Real Colegio de Radiólogos del Reino Unido concluye así su última recomendación: "Este consejo, como cualquier otro en estos momentos, puede cambiar".
Así lo ha denunciado Maximilian Heimstädt, jefe de investigación en el Weizenbaum Institute, en un comentario publicado por la London School of Economics: "Las prepublicaciones no sólo conducen a la rápida disponibilidad de conocimiento científico, sino que también sirven como caldo de cultivo para publicaciones prematuras, títulos con ciberanzuelo (clickbait) y, en última instancia, desinformación".
Estudios sin rigor
“ Hay una gran cantidad de investigaciones en curso, pero la mayoría de los estudios carecen del rigor para saber si un medicamento ayuda a los pacientes. Eso ha llevado a un vacío de datos de calidad sobre qué tratamientos contra el coronavirus funcionan”, indica Business Insider en un artículo en el que se establecen los paralelismos con algunos de los errores que frenaron el progreso en la búsqueda de un tratamiento para el ébola. “Han pasado unos cuatro meses desde que el mundo vio los primeros casos de covid-19. Y una multitud de investigaciones no han conseguido hasta ahora casi ningún hallazgo significativo en un tratamiento”, concluye.
Con más de 260 medicamentos en desarrollo, según Pharma Intelligence, no será por falta de intentos. El problema es más bien el contrario: los diseños de la mayoría de estos estudios prácticamente aseguran que no nos dirán nada significativo sobre si un tratamiento en particular está ayudando a los pacientes.
Los ensayos rigurosos pueden llevar varios meses para establecerse, un marco de tiempo que es un gran inconveniente en una pandemia. Pueden verse obstaculizados por complejas reglas, procedimientos y procesos de recolección de datos que rigen un espacio altamente regulado. Sin embargo, incluso con estas dificultades, siguen siendo el camino más eficiente para obtener datos de calidad.
Algunos de los mayores estudios de tratamiento de coronavirus no producirán resultados definitivos debido a la forma en que están diseñados. Y entre estos se encuentran los estudios con remdesivir, argumenta Business Insider.
Si es demasiado bueno para ser verdad, desconfía. Como explicaba Caitlin Rivers, epidemióloga de la Universidad Johns Hopkins sobre un estudio poco concluyente sobre el número de contagiados en California: “Los nuevos hallazgos se deben sumar al peso de la evidencia. La ciencia es una acumulación de conocimiento. Rara vez hay hallazgos exitosos que cambian completamente nuestra comprensión. Por tanto, la próxima vez que veas un anuncio que parece demasiado bueno para ser cierto, probablemente lo sea”.