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    Donald Trump

    Con expulsiones, divisiones y retiros, los republicanos deciden ser fieles a Trump a toda costa

    Normalmente un partido se aleja de un líder que pierde elecciones. Pero los republicanos siguen confiando en Trump, como demuestra la destitución de Liz Cheney de su puesto en el liderazgo en el Congreso por enfrentarse al expresidente y sus infundios de fraude electoral. (Read this article in English)
    16 May 2021 – 07:47 AM EDT
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    La reciente lucha política interna que llevó a la destitución de la congresista Partido Republicano.

    Los democratas señalan la hipocresía de los republicanos que a menudo se refieren burlonamente a la "cultura de la cancelación" que plaga a la izquierda, en referencia a la intolerancia que los consevadores aseguran que muestran los liberales con opiniones que les son contrarias.

    Pero ahora que Cheney ha sido anulada por sus críticas a la negativa de Donald Trump a aceptar la derrota en las elecciones de noviembre de 2020, ¿hasta qué punto dañará la imagen pública del Partido Republicano de cara al próximo ciclo electoral de 2022 y 2024?

    Este tipo de derramamiento de sangre política nunca luce agradable en su momento, y puede ser demasiado pronto para saber qué efecto puede tener en términos puramente electorales.

    Pero muchos observadores dicen que Congreso es un símbolo significativo del control que está logrando Trump sobre el partido, con posibles implicaciones para su futuro.

    "Es un momento decisivo para el partido", dijo Matt Terrill, un exestratega republicano que trabaja para la consultora Firehouse Strategies. "Trump dejó la Casa Blanca, pero no salió del escenario político. Su presencia no va a desaparecer", añadió.

    En muchos sentidos, Cheney era una persona improbable de tirar por la borda, una conservadora tradicional a la derecha del partido y que proviene de una familia con profundas raíces políticas. Su padre, Dick Cheney, ocupó en su día el mismo cargo del que ella fue sacada ahora y fue secretario de Defensa con George H.W. Bush, y luego vicepresidente con George W. Bush.

    Limitar el daño

    Normalmente, un partido buscaría una cara nueva después de sufrir una derrota, y se alejaría de un presidente de un solo mandato.

    Pero la cúpula republicana parece creer que es mejor abandonar a la legisladora de Wyoming y unirse en torno a Trump. Al eliminarla rápidamente, esperan limitar el daño y volver a centrar sus esfuerzos en desafiar a los demócratas.

    En ese sentido, los estrategas de los republicanos dicen que la deslealtad de Cheney hacia Trump estaba jugando a favor de los demócratas, y por eso había que silenciarla.

    "Para la gente del partido que apoya a Trump, ven esto como algo bueno para el partido", dijo Terrill. "No puedes esperar ganar elecciones si eres un partido dividido", añadió.

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    ¿Por qué expulsaron a Liz Cheney del liderazgo republicano?


    El presidente de la conferencia actúa como una especie de portavoz del partido, a cargo de las relaciones públicas y produce hojas informativas para mantener un mensaje unificado, explicó un exasistente del partido a Univision Noticias.

    Claramente, tener a alguien como Cheney transmitiendo un mensaje discordante era insostenible.

    "Ella era una verdadera distracción. Estaba repitiendo una serie de comentarios que estaban muy en desacuerdo con la situación actual del partido. Y creo que tenía que irse", dijo Carlos Díaz-Rosillo, quien fue exdirector de política en la Casa Blanca bajo el mandato de Trump.

    La pregunta que queda ahora es si la destitución de Cheney sanará el partido, o causará divisiones aún mayores.

    La guerra que viene

    Cheney ha dejado claro que no tiene planes de irse en silencio y que encabezará la lucha para evitar que Trump vuelva a lanzarse como candidato republicano, pero ¿dará resultado su estrategia de intentar arrastrar al partido de vuelta a sus valores tradicionales y conservadores, y hasta un regreso al civismo político perdido en la era del exmandatario?

    Eso parece poco probable a corto plazo, dicen los estrategas republicanos. "Los votantes están tan en el campo del [ex]presidente Trump que, aunque la política tiene una memoria muy corta, no veo que eso cambie pronto", dijo Díaz-Rosillo. "Ella [Cheney] podría estar diciendo que, estratégicamente, no se trata de ganar batallas, sino de ganar una guerra. Aun así, no veo que el partido adopte sus puntos de vista a corto plazo", añadió.

    No sorprende que los republicanos resten importancia a las divisiones internas, e incluso sugieran que todo forma parte de un debate saludable en el partido, un proceso natural después de cada elección, especialmente para el bando perdedor.

    "No creo que esta división sea tan diferente de las divisiones que los demócratas experimentaron después de 2016", dijo Díaz-Rosillo, señalando las diferencias entre radicales como Hillary Clinton.

    Sin duda, para el momento en que fue expulsada el miércoles, Cheney tenía pocos partidarios en el Congreso, y los sondeos de opinión parecen mostrar a los leales a Trump en pleno control del partido.

    Ella fue una de los 10 republicanos de la Cámara de Representantes que votaron a favor someter a juicio en el Senado para su destitución de Trump por incitar a una insurrección el 6 de enero, cuando una violenta turba de simpatizantes del entonces mandatario irrumpió violentamente en el Capitolio.

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    Deserciones

    Algunos republicanos han abandonado el partido, consternados por no haber repudiado a Trump, mientras que otros juran seguir la lucha desde dentro.

    "Ahora soy independiente. Creo que es el mayor cuerpo electoral hoy en día. El partido republicano se está reduciendo", dijo Carlos Gutiérrez, exsecretario de Comercio de Bush. "O estás a favor de Trump o no eres bienvenido", dijo el cubanoamericano de 67 años que ahora trabaja en la industria tecnológica.

    "Si sigue siendo el partido de Trump, muchos de nosotros no vamos a volver", dijo a Reuters Rosario Marín, ex tesorera de Estados Unidos con Bush.

    El ex gobernador de Ohio, John Kasich, apoyó a Biden para la presidencia en noviembre.

    Algunos han abandonado la política por completo, como el ex candidato presidencial Jeb Bush.

    Pero otros dicen que planean quedarse en el partido y apoyar a Cheney.

    "Me quedaré... para que podamos llevar a nuestro partido de vuelta a una era de razón", dijo Al Cárdenas, expresidente del Partido Republicano de Florida, quien dijo que el partido sólo estaba cumpliendo las órdenes de Trump, "como hacen todos los seguidores de una secta".

    Horas después de la destitución de Cheney, un grupo de más de 150 republicanos, liderados por críticos de Trump, anunciaron el jueves un nuevo movimiento político, diciendo que el partido estaba "podrido hasta la médula."

    En una declaración de principios dijeron: "Nos oponemos al empleo del alarmismo, el conspiracionismo y las falsedades y, en cambio, apoyamos la elaboración de políticas basadas en la evidencia y el discurso honesto."

    ¿Un tercer partido?

    Pero hará falta mucho más que eso para aflojar el control de los leales a Trump en el partido. Y cualquier conversación sobre la creación de un tercer partido rival parece todavía muy lejana.

    "Tiene que haber algo más grande que esto, algunos nombres más grandes", dijo un exempleado republicano y crítico de Trump que prefirió no ser nombrado. "Se necesita tanta infraestructura para llevar una campaña electoral a nivel nacional, con donantes y personal asalariado", añadió.

    Los líderes republicanos parecen apostar por la popularidad de Trump, señalando frecuentemente que ganó 74 millones de votos en noviembre, más que cualquier otro candidato presidencial de la organización en la historia. Pero omiten el hecho de que aún así perdió el voto popular por siete millones de votos ante Joe Biden.

    Muchos republicanos se encuentran en un estado de negación, según una encuesta de Reuters/Ipsos del mes pasado que encontró que el 60% de ellos está de acuerdo en que la elección le fue robada a Trump.


    María Cardona, comentarista política demócrata, dijo estar "desconcertada" por la lealtad republicana a la presidencia "fracasada" de Trump.

    "Trump es profundamente impopular en los estados indecisos y aunque siga siendo el rey en los estados de corazón rojo, no puede ganar sólo con esos partidarios", dijo a Univisión. "Están desesperados porque saben que pegándose a Trump no pueden ganar más simpatizantes, y por eso sólo pueden ganar impidiendo que otros voten. Es una locura porque también es una receta para la muerte del [Partido Republicano] a largo plazo", agregó.

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    Que dicen las encuestas?

    Una encuesta de NBC News realizada al final de los primeros 100 días de Biden en el cargo reveló que el índice de aprobación de Trump está cayendo entre los votantes republicanos, ya que sólo el 44% dice apoyarlo por encima de los intereses del partido.

    El índice de aprobación del expresidente entre todos los votantes también ha caído a alrededor del 32%, lo que muestra su limitado atractivo para un electorado más amplio.

    Al mismo tiempo, los republicanos de la Cámara de Representantes están atrapados en una trampa política y tienen una difícil elección cuando se trata de sus propias carreras, señalan los analistas.

    El éxito del partido en los últimos años al mapear los distritos del Congreso en su propio beneficio, significa que la mayoría de los republicanos de la Cámara de Representantes se encuentran en asientos rojos seguros donde a Trump le fue bien en noviembre. Así que, para ellos, la lealtad a Trump es esencial para evitar un desafío en las primarias y mantener sus puestos.

    Pero al hacerlo pueden estar sacrificando las posibilidades del partido de recuperar el Senado y la Casa Blanca.

    La afirmación de Trump de que hubo fraude en noviembre es la principal razón por la que su partido perdió los dos escaños en del Senado por Georgia en enero. Muchos de sus votantes se quedaron en casa después de que les dijera que sus votos no contaban.

    Eso puede explicar por qué el líder republicano del Senado, Mitch McConnell, ha mostrado mucha menos lealtad a Trump y no ha secundado sus infundios sobre el fraude. El mes pasado, Trump insultó a McConnell en un discurso ante donantes republicanos llamándolo "un tonto hijo de p***".

    Los riesgos de Biden

    Mientras tanto, la aprobación de Joe Biden se mantiene estable en el 53%, con un 41% que lo rechaza.

    Biden se está beneficiando de la desaparición de la pandemia y de la recuperación de la economía. Pero las cosas podrían volver fácilmente a favor de los republicanos si Biden no consigue aprobar su legislación sobre infraestructuras e inmigración, o si la economía se ve sacudida por la inflación.

    Díaz-Rosillo dice que si siguiera asesorando a Trump le recomendaría "pasar desapercibido por ahora y no hablar de cada pequeño asunto, y dejar que sus partidarios hagan el trabajo por él", dijo.

    Para las elecciones legislativas de noviembre del año que viene, el asunto de Cheney podría ser una noticia vieja.

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