Cómo puede afectar la crisis ucraniana al gas que Rusia exporta a Europa
La histórica escalada de tensión entre Rusia y Europa por la crisis ucraniana pone sobre la mesa una pregunta incómoda, ¿qué va a pasar con el gas?
Rusia, el mayor exportador de gas del mundo, necesita a Europa. Solo Alemania, Francia e Italia le compran más de un tercio del gas que vende. Y Europa depende del gas ruso, más en su aspiración de dejar atrás el carbón y las centrales nucleares, y obtener una matriz energética más limpia.
De momento, el gobierno ruso aseguró este martes que, pese a la crisis, está dispuesto a cumplir los contratos con los europeos para seguir suministrando gas si interrupciones.
Y las sanciones anunciadas por Europa hablan de políticos y golpear las finanzas, pero no han hecho mención al gas, que tanto necesita.
En cualquier caso, si continúa escalando la crisis ucraniana resulta inevitable poner en duda que ambos puedan seguir siendo socios comerciales en un sector tan estratégico como la energía.
Europa busca alternativas al gas ruso
Europa importa casi todo el gas natural que consume. Y según Eurostat, alrededor del 40% viene de Rusia. El resto, de Noruega (16.2%), Argelia (7.2%) y Qatar (5%).
A lo largo de 2021, el viejo continente vivió una crisis de escasez de energía por un cúmulo de factores, entre ellos caídas en la producción de energía renovable, los reducidos niveles de almacenamiento de gas en el frío invierno del año pasado y un repentino incremento de la demanda según las economías se reactivaban después de lo peor de la pandemia.
A finales del año pasado, comenzaron a aparecer voces que acusaban a Putin de reducir la disponibilidad de gas para Europa por motivos políticos. Extremo que el presidente ruso negó.
Lo cierto es que en los últimos 12 meses el TTF (un precio de referencia similar al barril de Brent en petróleo) se ha multiplicado por tres. Y este martes, el miedo a problemas de suministro con la agudización de la crisis ucraniana hizo que los futuros TTF se dispararan en más de un 8% hasta los 80 euros por megavatio hora.
Pese a todo, la Unión Europea asegura estar lista para afrontar una interrupción parcial del suministro de gas ruso. Así lo dijo la semana pasada la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
“Nuestros modelos muestran que para una interrupción parcial o mayor decrecimiento de las entregas de gas por Gazprom, estamos en una situación de seguridad”, dijo Von der Leyen a periodistas.
Von der Leyen agregó que la UE ha hecho os con Estados Unidos, Qatar, Egipto, Azerbayán o Nigeria para explorar la alternativa del gas licuado.
En la VI Cumbre del Foro de Países Exportadores del Gas (FPEG), celebrada en Doha, los mayores exportadores de gas del mundo mandaron un mensaje de calma y llamaron al diálogo entre productores y consumidores para garantizar el suministro.
De hecho, a petición de Estados Unidos, Qatar se mostró dispuesto a ayudar a Europa tanto como pueda. Pero los precios del gas, dijo el ministro de Petróleo qatarí, Saad Sherida al Kaabi, “están en manos de Dios”.
Al Kaabi comentó que sería “virtualmente imposible” que ningún país puede reemplazar la cantidad de gas que provee Rusia a Europa.
Lo cierto es que los gobiernos europeos han encontrado en la crisis ucraniana una razón más para buscar gas más allá de Rusia.
Y la alternativa del gas licuado importado en barcos, antes descartada por ser demasiado cara, ahora es perfectamente viable.
En enero, las importaciones de gas licuado alcanzaron un récord de casi 11,000 millones de metros cúbicos. Cerca de la mitad proveniente de EEUU.
La particular dependencia de Alemania
En el seno de la OTAN, muchos miraban con recelo la posición de Berlín respecto a la crisis ucraniana.
El suministro energético alemán depende fuertemente del gas ruso. La Oficina Federal para Asuntos Económicos y Control de las Exportaciones (BAFA) no discrimina los datos por países pero algún miembro del gobierno ha deslizado en alguna ocasión que de Rusia le llega un 40% del gas que consume.
Según la Asociación Federal de Energía (BDEW), el 15% de la electricidad de Alemania es generada con gas natural. El gas supuso en 2020 casi el 25% del consumo de energía doméstico. Y es lo que usan para la calefacción 41.5 millones de personas.
Y aunque en el largo plazo la idea es que el uso del gas baje para reducir las emisiones de efecto invernadero, los planes para dejar atrás el carbón y la energía nuclear hacen que en el medio plazo los alemanes van a seguir teniendo cierta dependencia del gas.
Un factor diferencial del caso alemán respecto a sus socios europeos es el gasoducto Nordstream II, un importante proyecto con que la mayor economía de Europa prevé doblar el suministro de gas ruso.
Nordstream II, que en teoría está listo y solo le falta del visto bueno de los reguladores, tiene capacidad para 55,000 millones de metros cúbicos de gas al año.
El ducto, de 764 millas (1,230 km), atraviesa el mar Báltico desde la costa rusa hasta Alemania, evitando pasar por Ucrania y Polonia, como hace la infraestructura actual.
Según la estatal rusa Gazprom, Nordstream II servirá de alternativa a la envejecida infraestructura ucraniana, reducirá los costes al evitar las regalías de ese país y será una salvaguarda para episodios como los cortes de 2006 y 2009 por las disputas por los pagos entre Rusia y Ucrania.
Pero el proyecto contó desde el inicio con las críticas de Estados Unidos por suponer una profundización de la dependencia alemana de la energía rusa.
Y precisamente esa dependencia era objeto de especulación en los medios según ha ido empeorando la crisis ucraniana. Muchos se preguntaban si Alemania priorizaría su suministro energético por encima de los llamados de ayuda de Kiev.
Que el canciller Olaf Scholz llevara semanas haciendo gestiones diplomáticas sin siquiera mencionar la palabra “Nordstream” no ayudaba. Tampoco que mientras los europeos mandaban armas a Ucrania, Alemania se ofreció a enviar 5,000 cascos, lo que acabó siendo objeto de burlas.
Ahora, las dudas surgidas tienen su respuesta: Scholz ordenó parar las certificaciones del gasoducto como respuesta a la decisión de Rusia de reconocer como independientes las regiones ucranianas de Donetsk y Luhansk.
Es de hecho Alemania el único país europeo que, en medio de las dudas y críticas de las últimas semanas, puso el asunto del gas en su catálogo de sanciones. Habrá que ver quién sigue.