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Partido Demócrata

"La maldición de California" que acecha a Kamala Harris en su lucha contra Trump por la Casa Blanca

La candidata presidencial demócrata a la presidencia debe acabar con el estigma nacional de los californianos frente al resto del país, particularmente los habitantes del Medio Oeste, que los consideran muy liberales en comparación con los de otros estados.
Publicado 10 Ago 2024 – 08:09 AM EDT | Actualizado 10 Ago 2024 – 05:08 PM EDT
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tras una votación virtual en la que consiguió el número de delegados suficientes para competir por la Casa Blanca. Así se formalizó su participación en una batalla frontal con el candidato republicano, Donald Trump.

Harris romperá muchos techos de cristal si llega al 1600 de Pennsylvania Avenue North West, o, como se le conoce mejor, a la Casa Blanca. Será la primera mujer presidenta, y también una mujer de color con ascendencia india y jamaiquina. Pero también sería la primera demócrata en ganar una elección presidencial desde una base política de poder en California.

En la excepcional república que son los Estados Unidos de América, California es verdaderamente excepcional, y eso molesta a gran parte del resto del país. California y sus habitantes son demasiado grandes, demasiado ricos, demasiado inventivos, demasiado liberales y, en general, demasiado, si eres de cualquier otro lugar.

Si California fuera una nación, tendría la quinta economía más grande del mundo. Contribuye con alrededor del 15% del PIB de Estados Unidos, una cifra muy desproporcionada en comparación con otros estados, y es el hogar de gigantes tecnológicos como Apple, Meta y Google, junto con grandes corporaciones como Visa, Chevron y Wells Fargo.

Y justo al sur de Silicon Valley se encuentran las colinas de Hollywood, hogar del mito y el misterio de la industria cinematográfica. Hollywood nos ha dado políticos californianos como el exgobernador Arnold Schwarzenegger, Clint Eastwood (alcalde de Carmel-by-the-Sea) y un tal Ronald Wilson Reagan, que hizo el recorrido político de demócrata a republicano conservador. Pero hablaremos más de él más adelante.

Para el corazón de Estados Unidos, California parece un país aparte. De alguna manera, su ubicación en el extremo oeste ha convertido a California (y en particular a sus políticos demócratas) en un lugar de extrema izquierda en la mente de los habitantes del Medio Oeste, y prácticamente no hay antecedentes de candidaturas importantes a la presidencia por parte de políticos que hayan curtido sus estudios en su capital, Sacramento.

Salvo la vacilante campaña de Harris en 2020, hay que remontarse a 1992 para encontrar el último intento serio de California de llegar a la presidencia. Fue entonces cuando el entonces gobernador, Jerry Brown, hizo su última campaña, ofreciendo un serio desafío a Bill Clinton antes de elegir al reverendo Jesse Jackson como su candidato a vicepresidente, algo para lo que un país conservador con c minúscula simplemente no estaba preparado. ¿Y antes de Brown? Prácticamente nada.

¿Dónde debería Harris buscar inspiración? ¿Tiene peso el estereotipo de los fracasos de California? Puede fijarse en Diane Feinstein y Barbara Boxer, que destrozaron el techo de cristal de California cuando fueron elegidas en 1992 como las primeras senadoras del estado. La liberal Boxer fue reemplazada en el Senado por Kamala Harris, que luego sirvió junto a Feinstein en el Congreso.

Feinstein, que murió el año pasado, se hizo famosa como alcaldesa de San Francisco y sirvió en el Senado durante más de 30 años. Su declive –y su negativa a retirarse– tiene más de un eco, no en Harris, sino en Joe Biden. Y si Harris necesita más inspiración de una mujer exitosa en Washington, no necesita mirar más allá de Nancy Pelosi como la primera mujer presidenta de la Cámara de Representantes y, hasta su retiro del cargo, una de las líderes clave del gobierno legislativo.

Romper paradigmas partidistas para ganar la presidencia

La realidad es, por supuesto, que California ha producido una serie de políticos exitosos al más alto nivel, pero hasta ahora han sido hombres y republicanos. A los habitantes del Medio Oeste no les molestan los californianos, siempre que sean californianos conservadores.

Aunque John Fremont estuvo cerca en 1856, apenas seis años después de que California ingresara a la Unión, el primer presidente republicano del estado fue Herbert Hoover en 1928. Arrasó en todo el país, salvo en el sur de Dixie y Nueva York, haciendo campaña para mantener la prosperidad de Estados Unidos.

El desplome de Wall Street y la Depresión acabaron con el segundo mandato de Hoover y, aunque los republicanos recuperaron la presidencia con Eisenhower en 1952, el nombramiento californiano más destacado de la década de 1950 fue el de Earl Warren como presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos, que presidió una Corte reformadora, sobre todo en lo que se refiere a los derechos civiles.

El siguiente en competir por la presidencia fue el exvicepresidente Richard Nixon, quien se benefició del caos entre los demócratas en 1968 tras la decisión de LBJ de no presentarse como candidato, para vencer al entonces vicepresidente demócrata Hubert Humphrey, seguramente una lección para Harris.

Finalmente, Kamala Harris podía inspirarse en Reagan –ex actor, exlíder sindical, exgobernador y candidato fracasado en 1976. En 1980 ganó la presidencia en medio de una profunda crisis económica, pero en 1984 su mezcla de folclore tradicional con determinación férrea lo hicieron imparable. Durante una generación, sin duda fue “De mañana otra vez en Estados Unidos”, como decía su lema de campaña.

Si Harris logra captar ese mismo sentido de esperanza, empatía y positividad, podría recuperar el terreno perdido por Joe Biden frente a su rival. Tal vez pueda romper la maldición californiana de los demócratas. Y, al final, ¿es California realmente muy diferente? ¿Es acaso más “excepcional” que, por ejemplo, Nueva York, el lugar de nacimiento y hogar durante mucho tiempo de un tal Donald J. Trump?

*Mark Shanahan es profesor asociado de Acción Política, Universidad de Surrey

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original en inglés aquí.

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