Heridas emocionales de la infancia que debes resolver para no afectar a sus hijos
Existe un dicho popular que asegura: «Infancia es destino» y se refiere a que lo que se vivió durante la niñez —ya sea bueno o malo— puede marcar la vida adulta, en especial si son heridas sin resolver.
Estos sucesos también pueden reflejarse en la crianza de los hijos, por lo que deben atenderse de inmediato para que estas heridas no tengan impacto en ellos.
El abandono
Un infante puede sentirse abandonado por distintos motivos, como falta de afecto, de protección o cuidado, o bien, por la ausencia de alguno de sus progenitores.
Esto puede generar sentimientos de soledad y temor.
En la adultez se refleja a través de la dependencia emocional, principalmente hacia una pareja, como lo indica la institución Lua Psicología.
Esto puede hacer que la persona tolere maltratos, con tal de que no quedarse solos. Otra manera de reflejarlo es tener la necesidad de huir, para no sentir el abandono. Todas estas conductas pueden afectar a sus hijos.
¿Cómo sanar el abandono?
El abandono se alivia al darse a sí mismo las cosas que no se tuvieron de niño, como seguridad, amor y respeto. De esta manera, se romperá con esa dependencia emocional hacia terceras personas.
La traición
Esta herida suele causar constantes altibajos emocionales. Surge cuando un niño siente que sus padres traicionaron su confianza, no cumplieron una promesa o dijeron alguna mentira que le hizo sentir engañado.
Si no es atendida, esa sensación perdura con el tiempo y la persona se vuelve controladora, desconfiada y celosa.
Los padres con este tipo de secuela pueden llegar a exigirle demasiado a sus hijos y ser poco tolerantes.
¿Cómo sanar la traición?
Para dejar atrás la sensación de traición y desconfianza, es primordial enfocarse en desarrollar tolerancia, comprensión y paciencia hacia los demás. Estar consciente de que todos cometemos errores y estos no suelen hacerse con intención de dañar al otro.
La humillación
Los infantes pueden experimentar la humillación cuando tienen la sensación de que uno o ambos padres se avergüenzan de él o ella, ya que los comparan con otros niños, o lo critican severamente, a menudo en público.
Este agravio es difícil de identificar en la etapa adulta. Se convierten en individuos que se centran en las necesidades de los demás y no en las propias. Además, se castigan constantemente a sí mismos. Al no encargarse de sí mismos, sus hijos notan esta baja autoestima y sufren también un impacto emocional.
¿Cómo sanar la humillación?
Se debe trabajar sobre la creencia errónea de que sólo se puede ser amado en medida del cariño de otros. La persona debe concentrarse en sí misma y en su realización antes de buscar solucionar las heridas de los demás.
El rechazo
El rechazo es una de las heridas más dolorosas. En la niñez, los padres son los encargados de enseñar a dar y recibir amor, pero si esto no ocurre de forma correcta, los pequeños crecen con la idea de que no son suficientemente válidos para obtener cariño.
Al convertirse en adulto, el individuo se rechaza a sí mismo, auto-sabotea sus relaciones personales, necesitan demasiada aprobación externa y les cuesta poner límites. Al igual, esto se refleja en sus hijos y es posible que ellos repitan las mismas conductas.
¿Cómo sanar el rechazo?
Lo primero es dejar de dañarse a sí mismo con conductas auto-destructivas y entender que se es digno de recibir amor y respeto. Además, se deben poner límites a aquellas personas que lastiman con sus acciones.
La injusticia
Los niños manifiestan sensación de injusticia cuando tienen padres sumamente estrictos en la crianza y que son fríos en la cuestión emocional. Los pequeños reciben indirectamente el mensaje de que no son suficientemente buenos y que no deben equivocarse nunca.
Cuando son adultos, suelen exigirse demasiado y vivir con un estrés constante. También es posible que repitan este patrón de conducta con sus propios hijos y se vuelvan muy duros con ellos.
¿Cómo sanar la injusticia?
Para sanar, es fundamental ser amables consigo mismo y permitirse mostrar los sentimientos que se experimentan. Al igual, hay que darse la oportunidad de equivocarse.
Con todas estas heridas, lo primero es aliviar la relación interpersonal, ya que así mejorara el vínculo con los otros. Asimismo, es válido acudir con un terapeuta profesional que ayude a identificar la mejor manera de lograr el crecimiento propio.
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