Domingo, estás descansando en tu casa tranquilamente, ¿y de pronto? Te llama tu novia, tu mamá, o tu mejor amiga, pidiendo que la acompañes a ir de compras. Guardas silencio, te acuerdas de aquella última vez cuando pasaste todo el día cargando bolsas y aburriéndote de lo lindo mientras elegían qué comprar, quieres decir que no… pero eres «tan buena onda» que aceptas ir.