null: nullpx
Desapariciones

5 niños desaparecieron en un incendio una Navidad; nunca hallaron sus cuerpos

La casa de madera de la familia Sodder se incendió en la madrugada de Navidad. En la casa esa noche fatal estaban el padre, la madre y casi todos sus hijos. Tras el fuego, los niños desaparecieron sin dejar rastro. La búsqueda de estos padres fue 'eterna' y murieron sin saber qué había pasado con sus niños.
31 Oct 2021 – 02:43 PM EDT
Comparte
Cargando Video...

La familia Sodder celebró la Navidad de 1945 como la de cualquier otro año. George Sodder y su esposa, Jennie Cipriani, estaban acompañados de nueve de sus 10 hijos (uno se encontraba en el ejército) en el ritual de la entrega de regalos de esa noche. Hasta que todo ardió.

La casa de madera en la que vivían los Sodder, en Fayetteville, West Virginia, estaba situada en una zona con una vasta comunidad de inmigrantes italianos. Aquella Nochebuena de 1945 sería la última que pasarían juntos como familia allí.

En pocas horas, aquella noche fría noche invernal de diciembre en que los Sodder celebraban, horas más tarde se convertiría en un infierno doméstico: un incendio consumiría en 45 minutos su hogar, las esperanzas de futuro y convertiría en 'humo' a parte de su familia.

La de los Sodder no solo fue una tragedia, sino un enigma que no logró resolverse: en medio de las llamas que calcinaron su casa, cinco de sus niños desaparecerían sin dejar rastro alguno, un misterio que acompañó al matrimonio hasta el final de sus días.

Una noche más larga

La hija mayor de los Sodder, Marion, de 17 años, trabajaba en una tienda para ayudar económicamente a la familia y ese año ayudó a llevarle alegría a las pequeñas Martha, de 12 años; Jennie, de ocho, y Betty, de cinco, al comprarles juguetes para la Navidad.

Los obsequios llenaron de energía a los niños, quienes le pidieron permiso a su madre para irse a dormir más tarde de lo habitual. Jennie accedió con la condición de que apagaran las luces y pidió a Maurice, de 14 años, y Louis, de nueve, que atendieran a los animales de la granja.

Luego de esa indicación, Jennie subió a su habitación con Sylvia, de dos años, su esposo George y sus hijos mayores, John, de 23 años, y George, de 16, quien por la extenuante jornada laboral ya se había retirado a dormir antes que los demás de la familia.

Los extraños momentos previos

Después de la medianoche, el teléfono sonó. Cuando la madre bajó y contestó, del otro lado de la línea escuchó la voz de una mujer a quien no identificó y le preguntó por alguien que no conocía. Jennie alcanzó a escuchar ruidos de fondo y unas carcajadas al otro lado de la línea.

Colgó y se percató que su hija Marion se había quedado dormida en el sofá, corrió las cortinas, apagó las luces y regresó a su habitación.

Luego, cerca de la una de la mañana la despertó un fuerte ruido en el techo de la casa. Crónicas de la época que rescatan lo sucedido aquella noche indican que dentro de la casa se escuchó un objeto rodar techo abajo.

Poco más tarde, la madre se volvió a despertar pero esta vez fue el intenso olor a humo. Despertó a su esposo y corrieron a las recámaras de sus hijos mayores para avisarles y auxiliaran a los pequeños.

Llamas, impotencia y misterio

El fuego consumía las escaleras, algo que impedía que pudieran acceder al otro piso a buscar a los demás niños; les gritaron pero no obtuvieron respuesta alguna.

John y George, los hijos mayores, rescataron a sus hermanos Maurice, Martha, Louis, Jennie Irene y Betty, pero les fue imposible continuar. Sufrieron quemaduras.

La línea de teléfono estaba muerta cuando trataron de llamar a los bomberos, pese a que poco antes habían recibido esa extraña llamada.

George, Jennie y sus cuatro hijos Marion, Sylvia, John y George fueron los que pudieron escapar del horror.

Desde fuera de la casa, George padre trató de salvar a sus cinco pequeños que permanecían en la casa. Trepó por la pared y cuando llegó al ático rompió una ventana pero se cortó el brazo. Intentaron utilizar el barril con agua que mantenían como reserva, pero estaba congelado.

El matrimonio y sus hijos nada pudieron hacer por salvar a los pequeños atrapados entre las llamas y contemplaban impotentes cómo el fuego consumía la casa.

Marion, la mayor, corrió a la casa de un vecino para llamar al Departamento de Bomberos de Fayetteville pero no pudo comunicarse tampoco.

Por estos problemas en la comunicación, los bomberos llegaron varias horas después, cuando la casa había quedado destruida.

Oficialmente muertos: nunca aparecieron los cuerpos

El jefe del Departamento de Bomberos, F.J. Morris, notificó a los Sodder que no se encontró ni siquiera un hueso de los niños. Los forenses activaron un protocolo para buscar en los alrededores de la casa con la hipótesis de que probablemente los niños pudieron haber salido antes de extenderse el incendio, pero no descubrieron ningún rastro.

Nadie, ni bomberos ni forenses ni investigadores, halló los cuerpos de los pequeños. Sin embargo, días después en ese mismo diciembre se extendieron las actas de defunción de los niños.

Varios testimonios de vecinos alimentaron las intrigas alrededor de la tragedia y el misterio. Por ejemplo, un trabajador de la compañía telefónica le comentó a los Sodder que la línea de su casa no se quemó en el incendio, sino que fue cortada. Vecinos alertaron esa noche de un hombre robando en la casa de los Sodder, avisaron a la policía y cuando lo detuvieron, confesó haber cortado el cable creyendo que era eléctrico y aseguró no haber provocado el siniestro.

Los misterios

George nació en Cerdeña en 1895 como Giorgio Suddu. Su nombre y apellido cambió al llegar cuando era niño a Estados Unidos. Comenzó a trabajar en ferrocarriles, luego como conductor de camiones hasta que fundó su propia empresa. Luego conoció a Jennie Cipriani, otra inmigrante italiana, se casaron y tuvieron a sus 10 hijos.

Tras establecerse en Fayetteville, George solía tener encendidas discusiones sobre política, en especial sobre el dictador italiano Benito Mussolini, a quien él criticaba abiertamente.

Luego del fuego, muchas versiones existieron alrededor de la desaparición de los niños, desde que la mafia local había tratado de reclutar a alguien de la familia Sodder hasta vendettas por las posiciones políticas de George.

Jennie llegó a hacer pruebas con huesos de animales a altas temperaturas, quemándolos durante más de dos horas y comprobó que los esqueletos no se consumían totalmente, quedaban trozos óseos, lo que alimentaba la posibilidad de que estuvieran vivos.

Los Sodder nunca se resignaron. Contrataron a un investigador privado y hasta aron a la dirección del FBI para ver si podrían investigar la desaparición. Durante años recibieron algunas pistas sobre posibles avistamientos de los niños e incluso una foto que supuestamente mostraba a Louis ya adulto.

En los años cincuenta, en el terreno donde una vez estuvo su casa montaron una valla con las fotos de los pequeños y el resto de su vida Jennie cuidó las flores que plantó allí.

George murió en 1968 y Jennie en 1989. Ambos fallecieron con la creencia de que sus hijos no perecieron en aquel incendio.

Loading
Cargando galería
Comparte
RELACIONADOS:Casos inexplicables