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Justicia oscurantista

"La concepción moderna de la justicia ha entendido que las leyes no son instrumentos de venganza con el cual castigar a los ciudadanos que cometen delitos. Sino, en principio, son normas por cuyo incumplimiento se aísla a los desadaptados del resto de la sociedad para que no sigan siendo una amenaza para los demás, y, luego, para reeducarlos y hacerlos de nuevo útiles y portadores de los mismos valores colectivos que unen a la sociedad".
Opinión
Periodista/especialista en narrativas de ficción y no ficción.
2023-04-26T09:24:25-04:00
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"Técnicamente hablando, la pena de muerte es una violación de un Derecho Humano...". Crédito: Foto: (Mike Simons/Getty Images)

A las 6:15 de la tarde del pasado jueves 14 de abril, en la prisión de Raiford (Florida), Lousi Bernard Gaskin recibió una inyección letal, como producto de una sentencia de muerte dictada por un doble asesinato que cometió en 1989.

Es la segunda ejecución del estado en lo que va de 2023, una práctica que en el mundo industrializado está sólo en los libros de historia, y que en la mayoría de los nueve estados donde aún se practica de facto en Estados Unidos es cada vez más exigua. Legalmente existe en 27 estados, pero en la gran mayoría se ha dejado de usar. Sólo en nueve estados hay prisioneros en lo que llaman el "pabellón de la muerte", donde los sentenciados pasan años y hasta décadas en apelaciones.

La sentencia de Gaskin no fue acordada unánimemente, como se estila en los pocos casos en los que se practica. Y la esperanza de que esta concepción cambiara acaba de perderse, pues el gobernador Ron DeSantis se opuso (él y la legislatura del estado, en la que tiene mayoría) a un proyecto de ley que obligaba a que las sentencias de muerte fuesen implementadas solo deba pagar su crimen perdiendo la vida.

No hay un país del mundo desarrollado cuya legislación de la pena de muerte esté activa, excepto en Estados Unidos. En Israel sigue existiendo, pero en la práctica, no se ha ejecutado a nadie desde 1962. No hay ningún país de Europa, ni Canadá, que la tenga activa o la ejercite.

Y eso es porque la concepción moderna de la justicia ha entendido que las leyes no son instrumentos de venganza con el cual castigar a los ciudadanos que cometen delitos. Sino, en principio, son normas por cuyo incumplimiento se aísla a los desadaptados del resto de la sociedad para que no sigan siendo una amenaza para los demás, y, luego, para reeducarlos y hacerlos de nuevo útiles y portadores de los mismos valores colectivos que unen a la sociedad.

La justicia arcaica y la posible

Mientras más nos alejamos de la organización religiosa, menos pensamos que las leyes son un tema moral, para convertirlo en un tema ético. Antes de que el mundo avanzara hacia la modernidad, y empezaran a preponderar los hechos objetivos, las ciencias y la igualdad entre individuos frente a las leyes y sus implicaciones, la ley se entendía como un juicio mediante el cual, por "mandato divino", se castigaba lo que para la moral religiosa era condenable.

La ley castigaba el mal. Y la definición de bien y mal no era constatable, sino religiosa, subjetiva, sujeta a las creencias imperantes.

En la práctica, lo que resultaba inadecuado para la interpretación de turno de Dios, era repudiado. Las leyes premodernas (que aún abundan donde no hay poderes independientes, libertades de culto o expresión, y la libertad y la ciencia no norman la vida), terminaban siendo usadas por el poder de la Iglesia para deshacerse de sus contrapartes.

En la Inquisición, por ejemplo, se utilizaba la justicia para perseguir conversos infiltrados. Y se consideraba loable utilizar las leyes para crear miedo en los fieles que se atrevieran a dudar o a cometer "herejías".

Eso retrasó por siglos el avance de la humanidad, desestimó descubrimientos científicos, sacrificó a millones de seres humanos y aplastó a quienes se oponían de una forma u otra al poder imperante.

Con la llegada de la modernidad y de las repúblicas, con el concepto de individuo/ciudadano como portador de poderes, derechos y deberes, con la noción de libertades individuales y sus respectivos límites, también las leyes cambiaron de propósito.

Y eso redunda directamente en la concepción que se tienen de las penas y sus objetivos. Siendo la pena de muerte donde más notorio es el cambio.

Hay sociedades donde esto es taxativo y los resultados son impresionantes. En los países nórdicos, por ejemplo, más de la mitad de los ciudadanos que son encarcelados, salen de nuevo reeducados y aptos para el trabajo en sociedad. La privación de libertad es usada como un tiempo para la reformación de los reclusos, donde hay mentores, diagnósticos, reeducación y planes de reinserción, y la cárcel no es vista como un lugar en el que la sociedad purga sus iras hacia ciudadanos que han cometido faltas, por muy graves que ellas parezcan.

Por otra parte, cuando la justicia se asume y es percibida como un castigo, lejos de mejorar las causas que producen los delitos, la justicia se hace parte de un ciclo en el que castigadores y castigados se retroalimentan y perpetúan.

Empezando porque, técnicamente hablando, la pena de muerte es una violación de un Derecho Humano, avivar castigos mayores para quienes cometen delitos que nos parecen menos aceptables impulsa sobre todo al resentimiento, no mira las causas estructurales de los problemas (que es donde la sociedad debe buscar sus curas) y termina utilizando la justicia institucional como una forma de venganza.

En declaraciones recientes, DeSantis ha afirmado, de cara al escenario electoral, que no está de acuerdo con el tratamiento "suave" de algunos jurados que, como en el caso del asesino de Parkland, sentenciarion cadena perpetua y no pena de muerte.

Tener conciencia para poder transformar

Estados Unidos quizás sea uno de los territorios del planeta en los que mayor diversidad coexiste. No sólo en lo cultural, en lo identitario, en lo sexual, en la infinidad de idiomas que aquí se hablan, en la numerosísima cantidad de religiones que se profesan, y en las más antagónicas posiciones políticas que pueden existir.

La promoción de la libertad trae, además de derechos para diversidad, que sea uno de las culturas con más capacidad e ímpetu para pensar el futuro, atreverse a cambiar el presente, innovar y probar las enormes posibilidades de las fuerzas creativas de la humanidad.

Pero al mismo tiempo, da espacio para que las corrientes más retrógradas hagan vida aquí. Hay estados en los que religiones extremas tienen grandes asentamientos, grupos que creen en la superioridad racial, o visiones sobre la pena de muerte, como en Florida, en las que en pleno siglo XXI se le trata con una naturalidad pasmosa.

Tener conciencia de ellos nos permitirá trasnformarlo cuando sea posible.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.


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