El Cartel de Sinaloa aprovechó una falla de seguridad para mover droga entre aeropuertos de EEUU
Un deportivo BMW dorado se estacionó a un costado de un jet privado Hawker 700A, en un hangar del aeropuerto de Van Nuys, en el sur de California. El conductor era Robert Carlson, quien fingía ser un próspero dueño de clubes nudistas en Los Ángeles, y le acompañaba su novia. De la cajuela bajaron dos maletas “muy pesadas”, según relató un agente federal que tomaba fotos como evidencia.
Más tarde llegaron dos hombres en un auto compacto y subieron otra maleta al avión. Los dos vehículos se quedaron en el hangar. Pasaron ocho minutos desde el arribo del grupo y hasta que el jet despegó. Se dirigían a Kentucky, Georgia y Florida. Uno de los pilotos ya le había informado a un oficial del servicio de Investigaciones de Seguridad Nacional (HSI) que sospechaba eran traficantes de dinero.
Cuando llegaron al Aeropuerto Bluegrass de Lexington, Kentucky, ya los esperaban varios policías. Allí descubrieron que no trasportaban fajos de dólares, sino 80 kilos de cocaína y 20 kilos de metanfetamina. Ese cargamento, uno de los más grandes que han decomisado las autoridades en ese estado, le pertenecía al Cartel de Sinaloa y no era el primero que la banda movía en jet de costa a costa.
El juicio contra uno de los integrantes de esa organización criminal también reveló que el cartel logró enviar grandes cantidades de droga desde California a varias ciudades de Estados Unidos y recibió maletas con millones de dólares porque hay muy poca revisión al equipaje y a los pasajeros de aviones privados dentro del país. Las medidas de seguridad son tan relajadas que ni siquiera les piden una identificación.
“Quienes tienen la suerte de viajar con ese estilo (…) pueden pasar y no hay revisión, ni TSA (oficiales de la istración para la Seguridad en el Transporte). Simplemente vas, te subes a tu avión y te vas. No hay nada, ni nadie ahí para revisarte”, explicó Ryan Gorman, un agente del HSI en Orlando (Florida), en su testimonio en el juicio contra uno de los líderes de esa célula del cartel, Katharine Matthews.
Esta mujer de 41 años se asoció con Carlson, quien se hacía pasar por empresario, para usar al menos tres jets privados que volaron cargados de droga a las ciudades de Lexington, Louisville, Nueva York, Charlotte, Atlanta y Miami. Desde marzo de 2014 y hasta los arrestos realizados en abril de 2017, traficaron toneladas de cocaína y más de 100 kilos de marihuana, de acuerdo con los fiscales.
Miles de aeropuertos privados sin policías
El agente Gorman describió en una corte federal de Kentucky el 25 de febrero que el Cartel de Sinaloa confirmó que dicha vía de narcotráfico “es un gran beneficio” porque se corre menos riesgo que moverlo por carretera dentro de EEUU. En ese caso, los choferes deben sortear operativos policiales en varios estados y tardan mucho tiempo en llegar a sus destinos pues tienen que manejar al límite de velocidad para no despertar sospechas.
“En cambio, si mi organización tiene a un avión eso tiene un gran beneficio. Seremos capaces de cargar ese avión casi a nuestro propio placer y discreción en un excelente lugar, en un entorno más privado, en aeropuertos privados más pequeños. Una vez que esté cargado se podrá transportar (la carga) a 400 o 500 millas por hora por el aire”, detalló el oficial del HSI.
Estas aeronaves son revisadas hasta que se inicia una investigación, indicó Gorman, señalando que en ocasiones les han decomisado cargamentos de droga y dinero cuando hicieron escala para cargar combustible en aeropuertos en la región central del país, como Kansas y Texas. La mayoría de los aviones interceptados por el HSI provenían de California y solo un par de Texas.
De regreso a la Costa Oeste, los jets generalmente llevan dinero. A mediados de febrero, agentes federales decomisaron unos 400,000 dólares que los narcos recibieron al entregar una carga.
Hay alrededor de 3,000 aeropuertos istrados por operadores privados en EEUU (conocidos como FBO, por sus siglas en inglés) y unos 200,000 jets y aeronaves pequeñas, según reportes de la Asociación de Pilotos y Dueños de Aeronaves (AOPA). La mayoría están en California, Texas y Florida. El aeropuerto más ocupado es el de Van Nuys, California, que reportó más de 487,000 operaciones en 2019.
- “¿Normalmente en los aeropuertos privados hay perros para detectar drogas o policías?”, le preguntó el fiscal federal Roger West al agente Gorman, del HSI, en su comparecencia en la corte de Kentucky.
- “No, a menos que nos avisen y nos presentemos”, respondió el oficial. “Eso es un gran beneficio (para los traficantes). Ninguna agencia policial te está mirando”, agregó.
El empresario que se volvió traficante
En apariencia, Robert Carlson era un hombre de negocios al que le iba muy bien. Por una mensualidad de 8,000 dólares rentaba una mansión en la ciudad costera de Malibu y tenía una colección envidiable de autos Ferraris, un Mercedes Benz S550 y un BMW 750. Había llevado a su novia a París y compró un jet privado con el dinero que recibió por una póliza con una empresa aseguradora.
Un tiempo se mudó a una residencia frente al mar por la cual pagaba un alquiler de 20,000 dólares al mes y por otros $10,000 mensuales contrató a un cocinero y personal de limpieza.
El problema es que sus gastos superaban sus ingresos y su negocio de venta de sistemas de cómputo se fue a la quiebra varias veces. Agobiado por mantener su lujoso estilo de vida, a Carlson se le ocurrió ganar “dinero fácil” usando su jet privado.
En 2014, le preguntó a un técnico que trabajaba para él, Cedric Fajardo, un veterano que vivía en el Sur-Centro de Los Ángeles, que le pusiera en o con narcotraficantes mexicanos. Fajardo arregló reuniones con los contrabandistas que conocía y eventualmente Carlson se volvió el transportista de cargamentos de marihuana que le entregaban productores “árabes” del Valle de San Fernando.
Entonces usaba su jet privado para llevar pacas de cannabis a la Costa Este, pero con el tiempo “perdió los contratos con el cartel” porque sus proveedores dejaron de cultivar la hierba.
Trató de volver a su negocio legítimo, pero claudicó de nuevo. En enero de 2016 buscó una socia, Katharine Matthews, para llevar ahora 'ladrillos' de cocaína al otro lado del país. “Él dijo que eran viajes que pensaban hacer en su avión para mover cocaína de Los Ángeles a la Costa Este”, dijo Fajardo, uno de los de la organización que testificó el 26 de febrero en el caso contra Matthews.
Una entrega en Atlanta sin contratiempos
Cedric Fajardo, de 37 años, aceptó colaborar con las autoridades tras su arresto en el aeropuerto de Lexington, en Kentucky, el 21 de abril de 2017. Ante el jurado contó que dos veces fue a Santa Ana, California, a recoger dos anticipos de 18,000 dólares que el Cartel de Sinaloa envió para comenzar los vuelos (hicieron cálculos de que, por cada viaje redondo, se gastaría esa cantidad solo en el combustible del jet). Entonces, Carlson había dejado la casa frente al mar y vivía en un hotel de lujo en Santa Mónica.
Además del avión de Carlson, esta organización usó otros dos Hawker 700A, según la acusación federal.
El 21 de marzo de 2016, Matthews le dio un “entrenamiento” a Fajardo llevándolo a entregar 80 ladrillos de cocaína a operadores del cartel en Atlanta, Georgia. La entrega se hizo en un hotel, al cual llegaron en un Uber. Les pagaron con fajos de billetes de 100 dólares dentro de dos maletas. Eran más de $4 millones en efectivo que igualmente llevaron en Uber hasta el jet que los esperaba en el hangar.
- “¿Cuándo el avión aterrizó en Atlanta usted pasó por un detector de metales?”, le preguntó un fiscal federal a Fajardo, durante su testimonio en la corte.
- “No, para entrar y salir del avión no se pasa por detectores de metales. Nadie te pide una identificación. No hay nada”, describió el testigo de la Fiscalía.
- “¿Hay policías allí?”
- “No”
- “¿Perros que detectan droga?”
- “No”
- “¿Revisan el equipaje?”
- “No”
A finales de abril, después de un juicio de 29 días y más de una semana de deliberaciones, un jurado declaró culpable a Katharine Matthews de conspiración para distribuir cocaína y marihuana, y por lavado de dinero.
Otros de esa organización criminal se declararon culpables y ya purgan condenas en la cárcel. Carlson fue sentenciado a más de 16 años de prisión en octubre de 2019 y uno de sus técnicos en su empresa de cómputo, Isaac Basilio Rosas, fue condenado a nueve años de cárcel en mayo de 2018.
Por su parte, Robert Earl Wallace, un piloto privado, aceptó en febrero que realizó hasta diez viajes en jet en los cuales la banda movió droga y dinero ilícito. itió que sabía que en el último recorrido llevaban 80 kilos de cocaína. Fue su copiloto, Nick Steele, quien denunció a esta célula del cartel.
Tanto Matthews, como el piloto Wallace, podrían ser condenados a cadena perpetua. Se espera que sus sentencias sean dictadas a finales de este año.