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La hamburguesa eterna: una crítica a nuestro consumismo

Publicado 2 Oct 2017 – 09:30 AM EDT | Actualizado 14 Mar 2018 – 09:48 AM EDT
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Todo empezó el 10 de abril del 2010. Sally Davies, una artista canadiense radicada en Nueva York, compró un almuerzo de comida rápida como parte de una apuesta con un amigo. Lo que pasó fue que la fotógrafa había leído una historia en Internet acerca de una maestra de escuela que había guardado una hamburguesa intacta durante 12 años. Su amigo, sabiamente, le replicó que no podía creer todo lo que se decía en Internet y, en consecuencia, Davies quiso experimentar los hechos en carne propia.

Fue así que compró un almuerzo y lo dejó en el living de su apartamento en Nueva York. La artista afirma que durante las primeras 24 horas la comida tenía un olor tentador y sus 2 perros estaban locos por comerla. Sin embargo, algo sucedió luego del primer día. La comida perdió todo su aroma y, al ofrecérsela a sus mascotas, estas no demostraron el más mínimo interés.

Sin refrigerar 

La obra consiste en el retrato de la hamburguesa y las papas fritas por medio de fotografías, primero de forma diaria, luego semanal y, por último, mensual. El tiempo fue pasando y el resultado es aterrador: luego de más de 7 años, el almuerzo permanece intacto. No se descompuso y ni siquiera tiene hongos.

Según Davies, la comida en ningún momento fue refrigerada y soportó las más diversas condiciones climáticas, desde helados inviernos hasta los calurosos veranos de Nueva York. Además, en su sitio web cuenta que la carne y las papas fritas con el tiempo se convirtieron en materiales muy duros, casi como el plástico.

¿Cómo se explica esto?

Algunos científicos creen que la conservación de estos alimentos podría deberse a un alto contenido de grasas y sodio. La sal es un conservante natural y fue utilizada para la conservación de alimentos a lo largo de la historia. En la antigua Roma, su calidad de conservante hacía de la sal un preciado bien con el que se le pagaba a los soldados (de allí viene la palabra salario).

Por otra parte, los científicos afirman que toda la comida rápida se caracteriza por tener altos índices de grasa y sodio, por lo que probablemente ocurriría lo mismo si se repitiera el experimento con comida de diversas cadenas.

¿Qué dice de nosotros?

Si todo esto es cierto y la cantidad de grasa y sal de esta comida es tal que la conserva durante 7 años, imagina lo que esto podría hacerle a tus arterias. Lo más preocupante de todo es que se trata de la comida que le damos a nuestros niños, en pleno proceso de crecimiento.

En lo personal, lo que más me inquieta es la falta de información. No sabemos qué es lo que estamos introduciendo en nuestro organismo. Y esto no se limita a la comida rápida. ¿Realmente sabemos qué comemos cuando comemos alimentos ultraprocesados? ¿Qué hay en un nugget? ¿Y en las salchichas industriales?

El mensaje

Más allá de lo anecdótico de la disputa con su amigo y de su intención original, lo que Davies hace con esta obra es criticar nuestra sociedad de consumo. Llegamos al punto en que solo nos interesa consumir, sentir placer, satisfacer nuestras necesidades, y no nos damos el tiempo para realmente pensar en qué es eso que estamos consumiendo. Queremos comidas rápidas, soluciones fáciles y ricas, y no nos preocupa demasiado si eso nos hace bien o mal.

Vivimos en la era de lo inmediato, del hedonismo, de la productividad. Queremos todo, lo queremos ya y con el menor esfuerzo posible. La pregunta que todos deberíamos hacernos es: ¿a qué costo?

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