En algún punto, posiblemente entre La aldea (2004) y El fin de los tiempos (2008), M. Night Shyamalan quedó encasillado para siempre como director de un solo truco, el de la inesperada vuelta de tuerca, y toda su reputación se fue a pique, quizá gracias a los mismos que alguna vez lo anunciaron como el nuevo Spielberg y después se sintieron engañados o defraudados.