Los mexicanos nacidos en los 80 fueron expuestos a la misma radiación que Hulk y no lo sabían
Al hablar de accidentes radiactivos, pensamos en lugares como Chérnobil que han sido representados en múltiples ocasiones en series y películas. Pero han sucedido otras catástrofes similares en el mundo que se han olvidado entre las páginas de los periódicos. Uno de ellos es el que aconteció en México en la década de los 80.
Un desastre silencioso
Ocurrió el 12 de junio de 1983, cuando el Centro Médico de Especialidades de Ciudad Juárez se deshizo de una unidad de teleterapia. La Secretaría de Energía, Minas e Industria Paraestatal (SEMIP) reportó que la fuente radiactiva del aparato fue retirada y transportada en una pick-up. Durante el trayecto, ésta se perforó y contaminó con gránulos de cobalto-60 tanto a la camioneta como al depósito de chatarra en donde se dejó.
El Instituto Cobalto explica que el cobalto-60 es un elemento químico sintético utilizado en la esterilización de alimentos, ya que emite rayos gamma que eliminan las bacterias sin alterar la composición de los alimentos. También se emplea en gran medida en el sector salud, en donde el 70 % de los tratamientos de radioterapia contra el cáncer dependen de él.
Sin la regulación adecuada, este elemento puede generar problemas totalmente opuestos a los que debe solucionar. De ser ingerido, una pequeña cantidad puede ser absorbida por el hígado, los riñones y los huesos, lo cual aumenta el riesgo de cáncer. Al mismo tiempo, la exposición externa a su radiación gamma incrementa dicha posibilidad, como detalla la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos.
El problema en México adquirió una nueva dimensión cuando el acero contaminado en el depósito de chatarra se usó para fabricar varillas de construcción, las cuales se vendieron tanto dentro del país como en EUA. Fue hasta el 16 de enero de 1984 cuando se descubrió lo sucedido. Un camión que transportaba el material activó los detectores de radiación del Laboratorio Los Alamos en Nuevo México. Fue una mera casualidad.
¿Qué pasó después?
Un año después, en junio de 1984, Proceso informó que 1,000 toneladas de varillas seguían sin ser detectadas en al menos 15 estados de la República, del total de 6,000 que fueron distribuidas. Aunque el gobierno afirmó que el accidente estaba controlado, el suceso destapó la ausencia de una regulación adecuada en cuanto al manejo de materiales radioactivos.
La Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (CNSNS) informó que el 90 % de las varillas exportadas habían sido recogidas y almacenadas de forma provisional en un predio aislado. En Hidalgo, se planteó construir un cementerio nuclear para enterrarlas. Pero muchas personas ya las habían usado para construir sus casas. Los afectados no tenían problemas con derribar muros por el peligro que corría su salud, pero nadie se hacía responsable por la indemnización.
En diciembre de 1984, Proceso de nuevo comunicó que la situación estaba lejos de ser solucionada. Aún habían 20,000 toneladas de varillas expuestas a cielo abierto, un aproximado de 1,400 construcciones contenían el acero contaminado y se habían encontrado al menos 2,000 individuos afectados por la radiación.
De acuerdo con el reporte de la SEMIP, en ese año se descontaminó el depósito de chatarra, la camioneta que transportó la unidad de cobalto-60 se llevó a un terreno fuera de la ciudad y un helicóptero con detectores de alta sensibilidad sobrevoló Ciudad Juárez y Chihuahua.
Aunque Chihuahua encabezaba la lista de estados expuestos a la radiación, no fueron los únicos ya que la mitad del país recibió las varillas en cuestión. Sonora, Sinaloa, Baja California Norte, Baja California Sur, Coahuila, Nuevo León, San Luis Potosí, Guanajuato, Jalisco, Zacatecas, Tamaulipas, Querétaro, Durango e Hidalgo completan el registro. Pero el rastro de medidas para remediar el accidente se pierde entre el 84 y el 85.
Como dato de comparación, el desastre de Chérnobil ocurrió el 26 de abril de 1986.
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