Este pequeño inmigrante fue tragado por el mar Mediterráneo, pero el rescate no llegó a tiempo
Será difícil para este rescatista, olvidar el momento en que encontró el cuerpo sin vida de este bebé de menos de 1 año.
El pequeño es uno de los inmigrantes que perecieron en el mar Mediterráneo días pasados, luego de que la embarcación de madera procedente de Libia, en la que viajaba junto a casi 700 personas, se diera vuelta y los aplastara.
La noticia recorrió el mundo, trayendo nuevamente a la agenda diaria de los medios, la desesperante realidad que viven cientos de inmigrantes y que los impulsa a buscar una mejor vida, aun cuando eso signifique cruzar un mar y enfrentar los peores riesgos. Las cálidas temperaturas de la primavera son el impulso final que necesitan para hacer el peligroso viaje de África a Europa.
Martin, el nombre de este rescatista que prefirió dejar en el anonimato su apellido, declaró que durante el trabajo de rescate, vió al bebé flotando en el agua “como una muñeca, con los brazos extendidos”. Cargó al bebé en sus brazos, pero al ver sus pequeños ojos inmóviles, supo que ya nada podía hacer. “Hacía solo seis horas este niño estaba vivo”, se lamentó.
Este rescatista de la organización humanitaria Sea-Watch, padre de tres hijos y musicoterapeuta, le dio una despedida muy emotiva al bebé: Empecé a cantar para confortarme a mí mismo y para dar algún tipo de expresión a este momento incomprensible, desgarrador”.
Todavía no se pudo confirmar si los padres del bebé se encuentran entre el grupo de sobrevivientes. Tampoco se sabe si es una niña o un niño.
Noticias como esta nos dejan a todos una misma pregunta: ¿Por qué? Era tan solo un bebé que no llegaba al año de vida, que no tuvo la oportunidad de elegir qué hacer con ella, ni tampoco de subir o no a esa embaracación. Alguien decidió por él o ella, tal vez con las únicas intenciones de darle un futuro mejor al que podían ofrecerle en su país, pero el destino no lo quiso.
Fotos como esta deberían hacernos tomar consciencia de la dura realidad que viven otras personas y de abrir los ojos al mundo. Sí, duele ver, dan ganas de llorar, pero no podemos mirar hacia al costado y hacer de cuenta que nada pasa.