De la negación a la maternidad
Siempre fui de las mujeres que decían “Yo no voy a tener hijos”, desde chica nunca me imaginé teniendo una familia, mis metas pasaban por otro lado. Venirme a estudiar a Montevideo, la capital del Uruguay, hacer una carrera y trabajar de lo que estudié. Poco a poco se fueron cumpliendo mis metas, y mientras tanto conocí a mi pareja, me mudé con él y fueron surgiendo nuevos objetivos.
Viajar y conocer nuevos lugares fue divertido durante un tiempo, después ahorrar para tener nuestra casa y bueno, en determinado momento, entre ahorros y viajes, surgió la idea de formar nuestra familia.
Debo reconocer que al principio la idea no me convencía demasiado, especialmente por lo que comenté en el primer párrafo, “Yo no voy a tener hijos”, no me imaginaba siendo mamá, pensé que no tenía el gen de madre, la paciencia, el amor incondicional, la entrega absoluta y desinteresada hacia otra persona.
Pero los años pasan y supongo que parte de la crisis de los 30 años implica la necesidad de asentarse y formar su familia. Obvio que cada una experimenta estas supuestas crisis de cambio de décadas de diferentes formas, a mí me dio por pensar en que el reloj seguía funcionando y los años pasando y si llegaba a tener un hijo quería poder disfrutarlo plenamente.
El deseo de ser madre
Fue así que comencé a mirar con cariño a los hijos de mis amigas y a pensar en la posibilidad de tener uno. Y también aprendí que no se debe decir “yo nunca", o "yo no voy a...” porque no se sabe lo que va a pasar mañana, en algunas ocasiones es mejor usar el condicional…
La espera no fue muy larga, Tito/Ling Ling no se hizo esperar demasiado. Lo llamábamos de esa forma antes de enterarnos que era un varón, que luego pasó a ser Tito y con el tiempo y después de buscar entre muchos nombres, terminó siendo Lisandro.
Meses después de que naciera Lisandro uno de mis editores me propuso hacer una columna para compartir con ustedes mis experiencias como mamá primeriza. En su momento me daba miedo, pensé que no tenía mucho para decir y compartir. Creo que estaba cansada, porque hasta después del año de Lisandro no dormía demasiado, y un poco abrumada por las responsabilidades que implica tener un bebé y además trabajar fuera de casa.
Las experiencias de una mamá
Los meses fueron pasando, ahora Lisandro tiene 1 año y 8 meses, y al hablar con amigas, conocidas y hasta desconocidas, me doy cuenta de que hay mucho que decir y compartir. La maternidad es una experiencia única, no se compara con nada, por lo menos con nada de lo que yo he vivido. Y si bien también es muy personal, hay cosas que se repiten y permiten que una mamá aprenda de otra y se facilite el trabajo, o sea haga más llevadero. Convengamos que ser mamá es un trabajo de 24 horas los 7 días de la semana, los 365 días del año, sin descanso, pero muy bien retribuido con besos, mimos, miradas y tantas cosas lindas que solo puede brindarnos un hijo.
Las publicidades de pañales y artículos de bebés nos hacen creer que la materidad es maravillosa, lo es, pero no siempre es fácil y a veces el simple hecho de saber que alguien más pasó o está pasando por lo mismo que una es un verdadero alivio… También alentador, porque nos permite saber que hay una solución, que todo es pasajero, que los cólicos no son el fin del mundo, ni que va a tener rabietas para siempre.
Escuchar, compartir y aprender de otras experiencias es una hermosa manera de ser mamá, por lo menos esa es mi visión, así que si tú la compartes te invito a ser parte de esta nueva sección De mamá a mamá dejando tus comentarios y experiencias. ¡Todas tenemos mucho que aprender!