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Criticas de Cine

Pet Sematary: la clásica historia de Stephen King resucita y vuelve con horror renovado

Publicado 3 Abr 2019 – 02:14 PM EDT | Actualizado 3 Abr 2019 – 05:11 PM EDT
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Stephen King ha dicho que, de todas las novelas que escribió, Pet Sematary es la que más genuinamente le aterraba. «Parece decir que nada sirve y que nada vale la pena, y yo realmente no creo eso» dijo.

Se puede decir que parte de su genio literario es atreverse a ir hacia lugares demasiado oscuros, aún si son algo personales y, como en este caso, contradicen sus propias creencias.

La nueva adaptación de Pet Sematary, dirigida por Kevin Költsch y Dennis Widmyer, tiene como mínimo un mérito similar: el de atreverse a hundirse en una oscuridad terrorífica y genuina, no muy común en el cine de terror mainstream, parte de ella ya contenida en la novela original (y en su previa adaptación) y parte de ella propia y con nuevos elementos.

Un desfile que no es para celebrar

Desde la novela está el costado fantástico y sobrenatural que, como es habitual en Stephen King, no es más que una exacerbación y una manifestación velada de un horror muy real y terrenal.

En este caso el horror de la muerte. El dolor, la tragedia, la inevitabilidad, la desesperación y el misterio que le envuelven.

La historia de Stephen King es célebre por su completa oscuridad y desolación, por la muerte de mascotas y de niños, por su renuncia a cualquier atisbo de luz, de esperanza o de salvación.

La película empieza con la secuencia final de la historia, que inmediatamente será familiar para los lectores de la novela: el vasto bosque vacío, el incendio, la casa de los Creed vacía y un coche también vacío y con la puerta abierta (esto último un detalle que no hay que pasar por alto). Manchas de sangre adornan la casa y el coche.

Por si habíamos olvidado —o no sospechábamos— el desamparo al que nos conducirá la historia.

Corta y vemos a los Creed viajando hacia ese alejado lugar en ese mismo coche, en una escena que, con su alegría y entusiasmo inútiles y su terror latente, inevitablemente remite a la apertura de El resplandor.

La adaptación es fiel en casi todo sentido y los pequeños cambios en algunos detalles de la historia (algunos ya adelantados en los tráilers) solo sirven para llegar al mismo lugar pero por un camino levemente diferente.

En una película de apenas 100 minutos (un poco más breve que la anterior adaptación) que no tiene nada de sobra ni de relleno, la atmósfera espeluznante de ese alejado paraje rural surge y se expande rápidamente, a través de pequeños detalles y sombríos presagios.

El primero de ellos es obvio: un camión que pasa como una estampida por la ruta a la que da la casa. Después, una procesión con un ritual tribal de niños con máscaras hacia el cementerio de mascotas.

«¿Qué es una procesión?» le pregunta la niña Ellie a su madre. «Es como un desfile pero no para celebrar» responde. Ese desfile desprovisto de celebración se repetirá después.

Está también la aparición de Victor Pascow, el joven que fue atropellado en un accidente, y que permite a la película su momento de terror más gore, que por lo demás está bastante ausente.

Los directores parecen haber suavizado el terror visual y de shock, en favor de ese terror más abstracto y conceptual de la historia. Pensando sobre todo en la anterior película de la dupla, que tenía momentos de violencia extrema y hasta de body horror, en Pet Sematary los hay —aparecen los flashbacks de Zelda y su cuerpo deformado— pero sin tanta intensidad.

A veces muerto es mejor

La muerte de la hija mayor de los Creed, Ellie, en lugar del pequeño Gage, es el más notorio y significativo respecto a la novela.

Es extraño que lo hayan adelantado en los tráilers, porque en la película la secuencia de su muerte está dispuesta de tal modo que resulte sorpresiva e inesperada y hasta último momento todo indica que el que va a morir es el niño.

Es un cambio en principio superficial, que sustituye al resucitado, una niña de nueve años en lugar de un niño casi bebé, pero eventualmente cobra mayor relevancia, especialmente por la conciencia de la niña de su propia muerte (temprano en la película, como en el libro, los padres discuten sobre si hablarle de la muerte como algo natural o si contarle lo del alma que va al cielo) y lo que esto implica.

Finalmente, este cambio conduce a un desenlace levemente diferente al original y, me arriesgo a decir, más macabro y aterrador.

La adaptación a la pantalla de historias de Stephen King es un fenómeno tan antiguo y tan cuantioso como la obra misma del autor, pero recién ahora parece haber una sincronización auténtica y consistente entre ambas cosas, con películas que le hacen verdadera justicia al material original.

En el caso de Pet Sematary ha ocurrido una vez más.

Pet Sematary: 7/10.

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